Saeed Al-Owairan.

Siempre me han gustado las estrellas fugaces, tanto en el cielo como en La Tierra.Esos momentos de brillantez que nos regala un personaje anónimo o un Cometa de extraño nombre, me parecen bastante poéticos y metafóricos.No nos damos cuenta (salvo en los entierros), de que no somos más que entes insignificantes con vidas ridículamente cortas en comparación con el Universo que nos rodea.

De chaval sentía fascinación por «Un guardián entre el centeno».La historia de un adolescente perdido en una gran ciudad tratando de encontrar su sitio en el Mundo, siempre deja al joven lector con una sensación de sosiego por saber que no está solo,pero también de nerviosismo por empezar a ser consciente de que la vida de adulto no debe de ser precisamente un sueño.

Con los años,cuando se conoce un poco la vida de J.D.Salinger,la historia de «Un guardián entre el centeno» aún parece más fascinante.Un escritor anacoreta que no escribía por la fama sino por la necesidad de escribir historias que llevaba muy adentro.No quería fama,ni mujeres neumáticas,ni coches caros…simplemente quería dejar parte de su experiencia vital plasmada sobre papel y que no se perdiera como lágrimas en la lluvia cuando él muriese.J.D. Salinger fue como el Cometa Halley de la Literatura…solo se mostró cada muchos años y cuando él quiso.

En el mundo de la música también ha habido muchas estrellas de un día, que con un tema pegadizo han conseguido vivir de royalties durante el resto de su vida.En general, todos estos músicos de un solo éxito han sido «freaks» que con una canción de verano han logrado hacerse notar entre los domingueros de turno, para luego volver a desaparecer bajo kilos de polvo en las discotecas caseras.Ha habido tantos y de tan infame recuerdo que no los pienso ni citar aquí….pero sí nombraré a Norman Greenbaum,un músico de los años 60-70,que con un tema llamado «Spirit in the Sky» consiguió vender millones de copias para después retirarse para siempre y vivir plácidamente, sin lujos pero sin aprietos.

 

 

Tanto Salinger como Greenbaum tienen el mérito de haber vivido de espaldas a la fama y a gusto con ellos mismos.Fueron capaces de sacar dinero con una obra de calidad y vivir a su manera el resto de su vida.Para mi eso tiene un gran mérito y es una gran lección para muchos artistuchos que se creen algo y no son más que pose,marketing y photoshop.

En el fútbol también ha habido humildes jugadores que han marcado un gol épico y de los que nunca más se ha vuelto a saber.Futbolistas semi-profesionales que le marcan a una selección poderosa o a un Club grande y con el paso del tiempo se convierten en historias apolilladas que solo conocen los propios protagonistas y sus nietos, que la recitan de memoria de tantas veces que la han oído por la boca del abuelo.

Una de esas historias de estrellas fugaces futbolísticas es la de Saeed Al-Owairan,futbolista de Arabia Saudí y autor de uno de los mejores tantos de la Historia de los Mundiales.Tal vez por el nombre no lo recuerden,pero si les pongo el video estoy seguro que se les refrescará la memoria.

 

 

Aquel gol del número 10 de Arabia Saudí  contra Bégica en el Mundial de 1994,supuso el pase a octavos de final para el conjunto asiático,hecho sin precedentes para un equipo del Golfo Pérsico.Aquel gol fue el cúlmen de la carrera del jugador,pero a la vez supuso la perdición para el futbolista árabe,puesto que le causó más quebraderos de cabeza que beneficios.

Aquel tanto convirtió a Saeed Al-Owairan en un icono del país,en el héroe de una nación no demasiado acostumbrada a ser noticia deportiva mundial.Todo aquello superó al joven jugador de Arabia Saudí que simplemente quería disfrutar del fútbol y de la fama que le reportaba.Él no quería ser modelo para la juventud del país,ni dar discursos evocadores a los niños,ni lecciones morales a las mujeres…él simplemente era un futbolista con ganas de divertirse y divertir,pero que tuvo la desgracia de nacer en un país tremendamente fanático religioso.

A raíz del gol,Saeed Al-Owairan fue sometido a un marcaje muy estricto por parte de las Autoridades de Arabia Saudí, que quisieron usar al futbolista como modelo moral-deportivo del país.El jugador no estaba por la labor y no perdió ocasión de tomarse unas vacaciones en Marruecos sin avisar previamente a su Federación.Aquello supuso la primera reprimenda y advertencia seria contra el jugador por parte de las Autoridades árabes.

La segunda advertencia en cambio,fue bastante más contundente contra el jugador.En pleno Ramadán, el futbolista fue pillado en un local nocturno y en compañía de mujeres «no saudíes» …aquello colmó la paciencia de la Realeza Saudí,que condenó al futbolista a seis meses de reclusión y un año de revocación de licencia deportiva.Un castigo excesivo a todas luces para un jugador de 26 años que pasaba por su mejor momento deportivo.

Tras la vuelta del futbolista,ya nada fue igual…ya no desbordaba tanto,ni tenía esa alegría por jugar defendiendo los colores de su selección.¿Cómo podría defender alguien a una nación que lo encierra y le prohibe jugar al fútbol por temas completamente ajenos a ese deporte?

Saeed Al-Owairan se vió de repente con casi 30 años y sin posibilidad de salir del país para medrar deportivamente jugando en Ligas de mayor nivel.El celo de la Dinastía Saudí llegaba hasta esos extremos con los jugadores patrios.

Desanimado y al borde de la retirada llegó a declarar en una entrevista al New York Times:

»I have seen this goal maybe 1,000 times now, and I’m honestly fed up with it. The goal against Belgium was a double-edged sword for me. In some ways, it was great. In other ways, it was awful. Because it put me in the spotlight, everybody was focusing on me.»

Como decía Truman Capote: «Cuando Dios te da un don,también te da un látigo y el látigo es solo para autoflagelarse».

Esta vez Dios fue Alah y el portador del látigo una familia tiránica que vive aún en la Edad Media,arropada por su petróleo y su gas natural.