Historias de ausentes (III).

Mi argentino favorito vuelve con su cita mensual al blog. Otra nota de ausentes que hicieron historia con su propia ausencia.

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La historia de los torneos de fútbol se escribe con las hazañas de los triunfadores, pero también con aquellos que no llegaron a disputarlos. Especialmente, esos equipos ausentes por motivos extradeportivos.

Dicen que cuando Eduardo I Plantagenet conquistó Gales, sus nobles le pidieron un soberano que no hablara inglés. El Zanquilargo les dio a su hijo, que tenía 2 años y no hablaba la lengua de Shakespeare ni ninguna otra. Desde ese día, el heredero del trono inglés es el Príncipe de Gales. Pero se trata de una leyenda sin rigor histórico.

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Futbolísticamente, es difícil calificar a este país que, si bien tiene competencia doméstica, sus principales clubes militan en la Premier League.

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Ha dado algunos jugadores destacados, pero una sola vez se hizo presente en la fase final de la Copa del Mundo. Fue en 1958, liderado por John Charles, y fue ante ellos que el bisoño Pelé se estrenó en las redes mundialistas. Pero para que el equipo del Dragón llegara al Mundial, debió cruzarse en el camino de otra selección exótica: Israel.

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Desde su creación, el Estado judío fue un dolor de cabeza para la FIFA. Sus numerosos conflictos con el mundo musulmán lo llevaron a disputar eliminatorias en Europa, África, Oceanía y hasta en Sudamérica (Clasificación para el Mundial Sub 20 de 1989).

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Llegaba el año 1957 y el mundo se preparaba para los preliminares del Campeonato del Mundo. El País de Gales formó el Grupo 4 europeo junto a Checoslovaquia y Alemania del Este. Con dos victorias y dos derrotas quedó segundo detrás de los checos, que clasificaron para Suecia, donde sacudirían a la selección argentina (memento El Desastre de Suecia).

El Grupo 14 era una ensalada variopinta. Lo integraban Sudán, Egipto, Siria, Chipre, Turquía, Israel, Indonesia, China y Taiwán. Estos equipos irían eliminándose hasta que un sobreviviente llegara a la Copa del Mundo. Ahí comenzaron las dimisiones.

El primero fue Taiwán, que permitió el pase de Indonesia sin jugar. Los indonesios eliminaron a China tras tres partidos. En Medio Oriente, Sudán superó a Siria y esperaba al ganador de Egipto-Chipre. Pero los isleños no consiguieron visado de las autoridades británicas y perdieron por no

presentación. Entretanto, Turquía fue el primero en negarse a enfrentar a Israel. Los sudaneses hicieron lo mismo, siempre por motivos políticos. La FIFA llamó a Egipto, pero los faraones rehusaron con mayor énfasis. En el horizonte aparecía Indonesia, otro país musulmán. Aceptó jugar; pero con la condición irrevocable de hacerlo en campo neutral. La propuesta fracasó e Israel festejó: se había clasificado para el Mundial de Suecia sin jugar ni un minuto. Entonces, la FIFA desempolvó un artículo del Reglamento que dice que ningún seleccionado puede jugar la Copa sin haber pasado por la Eliminatoria (excepción hecha del local y el campeón vigente).

Había que inventar una repesca para los israelíes. Uruguay e Italia no aceptaron y se sorteó entre los segundos de los grupos europeos: Gales salió favorecido. Ganaron ambos encuentros por 2-0 y así, después de que 8 selecciones renunciaran a jugar, los muchachos del Dragón llegaron a Suecia.

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La Confederación Sudamericana es la más pequeña de los componentes de la FIFA. Con solo 10 miembros, ha sido capaz de obtener 9 campeonatos mundiales. Su campeonato continental, la Copa América, se juega desde 1910. Pero este torneo, otrora prestigioso, perdió interés y nivel a través de las décadas. Buscando realzarla, los dirigentes modificaron los formatos y, desde 1993, invitaron a 2 selecciones de la CONCACAF. En 2001, la sede sería Colombia, con México y Canadá como convidados. Pero la lista de participantes sufriría fuertes modificaciones.

Desde el principio hubo dudas sobre la seguridad, pues desde 1960 el país cafetero sufre un interminable conflicto armado. Aunque antes de la Copa hubo varios atentados de las FARC, el 5 de junio se ratificó la sede para Colombia. Pero el 28 de ese mes, se produjo el secuestro del dirigente deportivo Hernán Mejía Campuzano. Los acontecimientos se precipitan:

* 28-6: La Confederación se reúne en Buenos Aires y le retira la organización al país de Valderrama.

* Brasil se postula para reemplazarla.

* El presidente de la Nación, Andrés Pastrana, declara: “Quitarle la Copa a Colombia es el peor atentado”.

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* 30-6: la CONMEBOL ratifica una vez más la sede colombiana; pero pospone la competencia para 2002.

Entonces, aparece un actor que esperaba tras bambalinas para mostrar todo su poder: la Televisión. La empresa Traffic presiona para que se realice dentro de las fechas pactadas.

* 5-7: La dirigencia acata y todo vuelve a fojas cero: se jugará en Colombia, entre el 11 y el 29 de julio de 2001.

Al día siguiente comenzaron las deserciones. La selección canadiense no creyó que fuera seguro viajar a Colombia y se bajó de la Copa. En tiempo récord, fue suplantada por Costa Rica, cuya Federación indemnizó a los clubes que cedían jugadores.

Por esos días, se oye el rumor de que las FARC planean secuestrar a un jugador argentino. Los jugadores deliberan, el periodismo añade leña al fuego. Finalmente, el 10 (un día antes del comienzo de la competición) Argentina deserta. Veloces gestiones logran que en un avión militar colombiano llegue Honduras para reemplazar al equipo de Marcelo Bielsa.

Honduras eliminó a Brasil y Colombia fue campeón tras vencer a México. No faltó la teoría conspirativa de que todo había sido un ardid para allanarle el camino a la selección cafetera.

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Los dirigentes sudamericanos suelen tomar algunas decisiones difíciles de comprender. Cuando resolvieron ampliar el número de participantes en la Copa América, comenzaron invitando equipo americanos. Pero pronto perdieron el criterio. Ya para 1995 pensaron llamar a España, idea que no halló eco en Madrid. Pero para 1999, edición que se disputaría en Paraguay, rompieron toda lógica: la selección invitada era Japón. Los nipones no trajeron sus mejores jugadores y quedaron afuera en primera ronda. Pero no fue la única vez que los orientales pasarían por las competencias sudamericanas.

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La edición 2011 será recordada por el fracaso de la Argentina, que jugaba en casa y no llegó a semifinales aunque contaba con Messi, por el estado del campo del Estadio de La Plata y por un ausente.

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Ya en 2009, México anunció que no participaría, disgustada con la CONMEBOL por dejar afuera a los equipos mexicanos de los octavos de final de la Copa Libertadores. Era la crisis de la gripe A (H1N1) y nadie quería viajar a México. El conflicto se destrabó colocando de oficio 2 equipos mexicanos en octavos de la Copa 2010. Un disparate. Igual, la participación azteca estuvo en duda porque se superponían la Copa América con su contraparte del Norte, la Copa de Oro. Finalmente, México envió un equipo sub-22 con algunos refuerzos. De ese modo, los equipos serían los 10 de la CONMEBOL, México y…Japón. Sí, una vez más los dirigentes llamaron a los Samuráis Azules para “animar” la Copa.

La desgracia se abatió sobre el País del Sol Naciente. El 11 de marzo de 2011 se produjo el Terremoto seguido de tsunami, cuyas imágenes estremecieron el mundo entero.

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Producida la crisis nuclear de Fukushima, la Federación Japonesa debió renunciar al Torneo sudamericano. La Confederación buscó reemplazantes. Estados Unidos, Canadá, Honduras, Costa Rica y España fueron tentados sin éxito. A los pocos días, Japón cambió de idea y decidió viajar a Argentina. Pero el 16 de mayo fijó su posición definitiva: no participar de la Copa América. La Confederación consiguió el concurso de Costa Rica, que envió un equipo juvenil.

Los avatares de la pelota tienen muchos actores. Los que ganan, los que pierden y los que ni siquiera tiene la chance de participar. Hoy hemos recordado a estos últimos, los que por ausencia influyeron en el resultado final.