La crisis boquense de 1984

En agosto de 1984 se realizó una edición más de la Copa Joan Gamper. Los locales enfrentaron a Boca Juniors. El resultado quedaría en la historia: Barcelona; con Schuster, Archibald y Migueli a la cabeza, apabulló a los argentinos con un escandaloso 9-1. Los 11 de la hecatombe fueron Gatti; Alves (Berta), Alberto, Mouzo y Córdoba; Pasucci (expulsado a los 33 minutos), Krasouski (Matabós) y Vázquez; Abdeneve, el astro uruguayo Fernando Morena (autor del gol de penal)  y Mendoza (Sotelo). La onda expansiva rebotó a ambos lados del Atlántico con fuerza inconcebible. En Europa nadie entendía nada. Nunca antes se había vapuleado de esa manera a un team argentino. Y Boca era uno de los más famosos equipos sudamericanos. Pero este episodio tiene explicación. El club porteño estaba sumergido en una crisis institucional que tuvo su lógico correlato deportivo.

Ya a fines de los años 70, Boca debió enfrentar 300 demandas por el fallido emprendimiento de la Ciudad Deportiva. A pesar de esto, en 1981 armó su Dream Team con Maradona incluido. Luego; las deudas por los pases de Diego, Morete, Trobbiani, Krasouski y Brindisi se convirtieron en una trampa mortal, cuando las disparadas del dólar multiplicaron dramáticamente el pasivo. Para 1982, se conformó un plantel más reducido y barato. Sin embargo, los jugadores estuvieron 7 meses sin cobrar. En diciembre de 1983, Domingo Corigliano ganó las elecciones. Sus primeras medidas fueron achicar más el plantel y confirmar a Miguel Ángel “Zurdo” López como director técnico.

El verano de 1984 pareció auspicioso, tras buenas victorias en amistosos, incluido un 3-0 sobre River. Pero la campaña oficial fue frustrante. Con la Bombonera parcialmente clausurada, Boca no pasó la fase de grupos en el Campeonato Nacional. Y el Metropolitano fue peor: Boca recién ganó en la fecha 9; cuando el Zurdo López había volado, reemplazado por el brasileño Dino Sani. La racha contuvo un empate contra Platense (2-2) en el que un arquero improvisado (López Turitich, lateral paraguayo) le atajó un penal a Morena. Pero lo peor era que la deuda con los jugadores seguía creciendo.

Entre junio y julio, el conflicto llegó a punto de ebullición, lo que llevó a otro episodio vergonzoso de la historia boquense: la tarde del Fibronazo.

La paciencia de los jugadores se acabó el 6 de julio. Enterados de la renuncia del tesorero y de que no cobrarían sus deudas, los futbolistas decidieron no jugar contra Atlanta el domingo 8. La represalia del club fue suspenderlos. Una sanción ridícula, ya que consistía en negar el goce de haberes; algo que, de hecho, ya ocurría.

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El día del partido, Boca presentó una formación de emergencia: Medina, Franco, Manfredi, Dos Santos, Latorre, Tessone, Fornés, Peruchena, Denny Ramírez, Tuta Torres y Vales. Todos pibes de 4º división. El entrenador fue Alberto González, “Gonzalito”.

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Pero el bochorno sería aún mayor. Atlanta se presentó con camiseta azul. El árbitro Juan Bava ordenó que Boca usara una casaca alternativa, ya que en Argentina el que modifica su indumentaria es el local. Pero no había uniforme alterno en el estadio. Se improvisó con unas remeras blancas de entrenamiento a las que se les pintó el número con un fibrón.

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Así como se lee: uno de dos clubes más grandes de la Argentina jugó un partido oficial con unas camisetas cualesquiera con el número escrito a mano. Con el sudor la tinta se destiñó hasta que en los dorsales solo hubo una mancha ilegible.

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Para entonces, la derrota por 1-2 era lo de menos.

Mientras tanto, la cúpula directiva pide licencia por 60 días. El presidente en ejercicio levanta las suspensiones, pero la plantilla no puede entrenar porque el personal del centro de entrenamiento, La Candela, está en huelga. Paralelamente, se paralizan las refacciones en la Bombonera, la Municipalidad clausura el estadio por riesgo de derrumbe y la Justicia pone fecha para subastar el estadio y los terrenos donde se halla; ante sendos reclamos del Wanderers de Montevideo (el pase de Krasouski) y un banco porteño (un préstamo no cancelado).

A estas alturas, Boca necesitaba 600.000 dólares para no desaparecer. Una quimera. Y la barra brava amenazaba de muerte a los futbolistas. Estos, entretanto, salían de gira por Europa y Norteamérica en busca de dólares, liras, francos, pesetas, dracmas o lo que fuera. Y así llegaron a Barcelona unos hombres amenazados, vilipendiados y manoseados por sus propios dirigentes: antes de partir, les anunciaron que de los 600 dólares pretendidos por partido, apenas podían pagarles $275. Sin embargo, pusieron el pecho a la mayor catástrofe futbolística de club xeneize.

La humillación caló hondo. Roberto Pasucci declaró que no quería jugar más. Gatti no quería jugar en la segunda jornada del torneo. Lo convencieron con el argumento de que, si no lo hacía, iba a quedar como el culpable de la derrota. El mismo Loco afirmó que los goles pudieron haber sido 14 ó 15.

La gira siguió. En la Ciudad Condal vencieron al Aston Villa 2-0, en el primer encuentro entre argentinos e ingleses después de la Guerra de Malvinas. Real Sociedad los batió 2-0. En Sevilla, volvieron a perder 1-2 contra el  equipo homónimo y empataron contra Universidad Católica (Chile) 1-1. En Grecia obtuvieron su primera victoria, 3-2 ante Panathinaikos.

Luego siguió una victoria ante Nice (0-2) y una derrota contra Torino (3-0), donde brillaba Junior.

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Estos partidos se habían acordado con antelación. A partir de allí, el club buscó más amistosos; ya que faltaban 12 días para viajar a Estados Unidos. Pero no conseguían rivales. Tras la debacle en Barcelona, Boca no era atractivo. Se pactó una presentación en San Remo (Italia) contra el Sanremese, a la sazón en Serie C. Pero, al observar el escaso público presente, los boquenses no creyeron que la recaudación alcanzara para pagarles y cancelaron el partido.

Después de 12 días dando vueltas por hoteles europeos, Boca cruzó el Atlántico hasta la Costa Oeste de E.E U.U. Arrastraba problemas internos. El grupo estaba dividido acerca de la manera de continuar sus reclamos al regresar. Llevaban 8 meses sin percibir salarios. Solo Gatti cobraba, debido a un acuerdo personal con ex dirigentes. La desconfianza provocaba roces y peleas. Para mayor desgaste, la gira fue eterna: duraría 32 días. Con este bagaje, Boca arribó a Los Ángeles cerca de la medianoche del 15 de septiembre. A esta trama de desaguisados, todavía le quedaba un capítulo. En principio, los jugadores se negaron a abordar un bus para un viaje nocturno hasta Fresno (350 km), donde debían enfrentar al Atlas mexicano. No había reserva de hotel. Algunos jugadores durmieron dentro de autos que estaban en el estacionamiento. Gatti y Alves cenaron unos hotdogs en un kiosco. Allí, apareció Josep Minguella con Mario Kempes. Pidió que el Matador jugara para Boca; así Los Ángeles Lazers, un equipo de indoor soccer, podía evaluarlo. El club argentino pidió dinero y el acuerdo se cayó. Simultáneamente, en Buenos Aires; negociando contra reloj, los dirigentes lograban aplazar los remates que pesaban sobre las instalaciones.

Al día siguiente, se presentaron en un Estadio Universitario Ratcliffe casi vacío. Fresno es una ciudad pequeña, el enfrentamiento entre dos equipos extranjeros con 40ºC, no despertaba interés. El cachet era una limosna: 4.500 dólares, que irían íntegramente a los bolsillos de los futbolistas. Dino Sani alineó a Balerio; Passucci, Alberto, Mouzo y Córdoba. Stafuza, Segovia y Sotelo; Porté, Morena y Mendoza. En el banco de suplentes, estaba Gatti (con el torso desnudo y en sandalias, tomando sol), Matabós,  Berta y Abdeneve. Los Xeneizes ni siquiera tenían en cuenta la uniformidad en la vestimenta: unos usaban medias azules y otros, amarillas.

Mendoza abrió el marcador. Al poco rato, Pasucci pidió el cambio, mareado por el calor. En su lugar entró Berta. También ingresaron Matabós y Abdeneve. Hasta que a los 73 minutos, el ingresado Berta avisó que no podía seguir. Y en el banco solo quedaba Hugo Orlando Gatti. El preparador físico fue hasta el micro a buscarle una camiseta. Le trajo la 14.

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El Loco entró al campo según su estilo. Les gritó a los demás: “Aprendan, troncos, que entró el maestro”.

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Se paró como delantero. Participó bastante del juego. Estuvo cerca de convertir, pero Morena prefirió patear al arco.

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En la foto, puede verse como el poste del arco continúa más allá del travesaño. Es que era un marco de rugby adaptado como portería de fútbol. Finalmente, Boca ganó 2-1.

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La gira debía continuar en México, pero los detuvieron en la frontera. Algunos pensaron en una venganza de Minguella, por arruinarle el negocio con Kempes. De cualquier modo, el equipo volvió a Buenos Aires. En el primer partido oficial, Dino Sani presentó juveniles. En total, 55 jugadores vistieron la azul y oro ese año.

Cuesta creer que un club tan grande haya pasado por semejante descenso a los infiernos. Lo cierto es que regresó fortalecido. Posteriores administraciones sanearon las finanzas, conformaron equipos poderosos y ganaron todos los títulos posibles. Pero los boquenses no deberían olvidar que, alguna vez, fueron el hazmerreír del mundo de la pelota.

7 comentarios en “La crisis boquense de 1984

  1. Buenísima la historia, Germán. Lo de Gatti jugando de campo, me ha recordado a Molina, que llegó a debutar de delantero en partido amistoso contra Noruega. Imagínate lo que tendrían que hacer los jugadores de los equipos actuales para satisfacer las deudas inmensas de sus clubs. Podrian estar jugando gratis 20 años seguidos y aún no habrían juntado el dinero.

  2. Nunca entendí lo hacer una gira para pagar deudas con los jugadores. O sea que para cobrar por un trabajo ya hecho, les hacen hacer un trabajo extra. Mi mundo es mucho más simple. Un abrazo

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