El casorio del Cholo.

El fútbol argentino puede definirse a partir de tres conceptos clave: Buenos jugadores, hinchas pasionales (por usar un eufemismo) y dirigentes con un criterio organizativo vecino a la insensatez.

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La combinación de estos tres factores dio por resultado historias de todo tipo: épicas, trágicas, cómicas… La siguiente cuenta unos eventos dignos de un esperpento del mejor Almodóvar. Los actores son un jugador, un entrenador, dirigentes de dos clubes, una empresa televisiva, un chofer de ambulancia y una novia intransigente.

Eran los neoliberales años noventa. La Argentina vivía el apogeo del poder empresarial. Por aquellos años, la Asociación del Fútbol Argentino firmó con una empresa televisiva (TyC) la cesión de los derechos de televisación del Campeonato de Primera División.

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Para las famélicas arcas de los clubes, la plata que aportaría la TV valía más que el agua en el desierto. Para no perder ese torrente monetario, otorgaron todo tipo de atribuciones a la Empresa. De modo tal que, pronto, ésta se ocupó de todos la organización: El fixture del torneo lo hacía directamente TyC a dedo. Y también decidía el orden y horario de los partidos de cada semana, según el criterio de las mediciones de audiencia. Vale decir, el encuentro que preveía menor rating, iba el lunes a la noche. El de mejor pronóstico, el sábado en horario central. Para los aficionados, eran épocas de confusión. Era difícil saber cuándo jugaría su equipo, porque para sumar desquicio, el programa se anunciaba cada semana, generalmente los martes. Muchas veces, la programación se modificaba sobre la marcha; lo que obligaba a los entrenadores a alterar su plan de trabajo.

Así llegamos a 1998. Precisamente, a marzo. Mientras el mundo ponía su pensamiento en el Mundial de Francia, en Argentina se disputaba el Torneo Clausura.

Jugadas tres fechas, Vélez Sarsfield, un club que a partir de los `90 había abandonado su rol de segundón, lideraba con puntaje ideal. Ese año, el entrenador era un viejo conocido de la afición española: Marcelo Bielsa. Y en el plantel figuraba un extremo derecho de bastante calidad que se llama Martín “Cholo” Posse.

 

 

¿Quién perseguía a Vélez? Había 3 equipos con 7 puntos e inmediatamente otros 3 con 6 unidades. Uno de ellos era Boca Juniors, dirigido ese año por Héctor “Bambino” Veira. El club rivereño era, como siempre, candidato al título. Pero había tenido un comienzo irregular, con una caída por 0-4 ante el modesto Platense. Pero en la cuarta fecha recibiría al puntero con la clara chance de alcanzarlo en la cima de la clasificación si le ganaba.

El martes 25 se anunció un cambio en la programación de la fecha. El partido estelar, inicialmente previsto para el domingo 2, se adelantaba para el sábado 1 de marzo a las 21:30. Cuando la noticia llegó a Vélez, el Cholo Posse levantó la mano: “Maestro –le dijo a Bielsa con timidez -, yo no puedo jugar; a esa hora me caso”.

En circunstancias normales, no hubiera sido un problema. Se reemplazaba al jugador y listo. Pero no en vano al entrenador velezano le llaman El Loco. Ese día tuvo un ataque: Exigió que el partido se reprogramara porque, según él, no podía prescindir de Martín Posse. La prometida del jugador no transó: la boda no se movía del sábado a la noche. Gran escándalo en las oficinas de la AFA, nerviosismo en los pasillos de TyC, arduas negociaciones entre los clubes, pedidos especiales al párroco, una novia al borde del ataque de nervios…

El cura fue el primero en aflojar. Le dijo a Martín “Hasta las once te espero”, con lo que se abrió una posibilidad. Finalmente, el miércoles 26 se anunciaba la “salomónica” solución, publicada en todos los medios:

* El partido se jugaría el sábado 1, pero a las 20:30.

* Bielsa contaría con el jugador.

* ¿Cómo haría Martín para llegar a tiempo a la Iglesia, donde su futura esposa estaría comiéndose hasta la última uña? Con un toque almodovariano: Una ambulancia a toda velocidad y con la sirena a tope, simulando llevar un herido, transportaría al novio desde el estadio hasta la Iglesia.

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El partido se jugó como estaba previsto. Vélez Sarsfield venció por 2-3 con un gol del portero Chilavert de penal, por falta que le cometieron al mismo Cholo y se proyectó definitivamente como campeón. Bielsa se salió con la suya y dejó a Posse en el campo hasta el último minuto de juego. En los segundos finales, las cámaras enfocaban al delantero, cerca de la línea lateral más próxima a la entrada del vestuario. Apenas el árbitro pitó el final, salió a toda velocidad para las duchas y de ahí a la ambulancia; con la que, felizmente, pudo llegar a tiempo para dar el “Sí”.

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Debe tratarse de un caso único en el mundo. Una liga superprofesional, dos equipos de la mayor importancia, miles de hinchas, periodistas, policías, técnicos de televisión, árbitros, personal del estadio…todos debieron modificar su agenda debido al casamiento de un jugador. Y fieles a su estilo, los argentinos habían buscado la solución más complicada, la que ofrecía mayor cantidad de imprevistos; pero, por suerte, había salido bien para todos.

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El episodio dejó mucha tela para cortar:

* El papel del futbolista es, cuanto menos, pálido. Sometido a las decisiones del entrenador, podría haberse plantado y privilegiar su futuro familiar por sobre un partido. ¿Acaso no pensó en la posibilidad de sufrir una grave lesión o un accidente en el traslado?

* También la fecha de la boda parece inapropiada, sabiendo que caería en pleno desarrollo del Torneo.

* La actitud del entrenador es típica del personaje, pero no deja de ser poco entendible: ¿Tan imprescindible era Posse? ¿Tanto dependía de él el éxito de su equipo? Era un buen jugador, pero tampoco era Garrincha…

* Tampoco parece necesario que Posse permaneciera en el campo hasta el final. Podrían haberlo reemplazado después del gol de penal, habida cuenta de que el defensor que lo derribó fue expulsado.

* El papel de la AFA en este sainete es patético: Quedó completamente el margen de toda la discusión, que se arregló entre los clubes y TyC.

* El episodio de la ambulancia no tiene desperdicio. Imaginemos al transporte atravesando la ciudad a toda velocidad, la sirena al máximo, los otros autos apartándose de su paso…y abordo Posse terminando de ponerse el frac: No negarán que es desopilante.

* Además del dilema moral que supone emplear con toda desfachatez un privilegio destinado a salvar vidas para un fin particular ¿quién respetaría el paso del vehículo, cuando se sabía
de antemano que llevaba a un novio apresurado? ¿Qué hubiera pasado si durante el partido había heridos y la ambulancia era requerida para la emergencia? Incluso, hubo una denuncia por parte de una ONG por el uso indebido del móvil, aunque no pasó nada después.

Finalmente, Martín se casó y, suponemos, fue feliz. Vélez salió campeón y Bielsa partió para el Espanyol, acompañado de…Martín Posse. El entrenador permaneció con los Periquitos unos pocos meses y los abandonó para asumir con la Selección Argentina. El Cholo prosiguió su carrera, que resultó bastante menos brillante que lo que prometía en 1998, cuando estuvieron a punto de parar el campeonato para permitir su boda.

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El fútbol argentino es pródigo en historias. Lo insólito, lo inexplicable, lo sórdido está esperando en cada cancha. Solo hay que estar atento…y tener memoria.

 

Arbeloa: menos por menos es más.

España casi siempre ha tenido unos laterales muy justitos. Exceptuando a gente como Gordillo, Camacho y alguno más como Sergi Barjuan o el Chapi Ferrer (no andaban estos dos demasiado sobrados de calidad), la verdad es que parece una especie de maldición lo nuestro con estos defensores. Gente tan limitada como Romero llegó a ser titular indiscutible en la selección española hace una década. Algo muy similar sucedió con Capdevilla, jugador muy querido allí donde estuvo pero con unas carencias técnicas bastante llamativas para ser futbolista profesional….y campeón del mundo!. Hasta el bueno de Joan bromeaba por sus escasas cualidades futbolísticas durante una entrevista y reconocía entre risas haberle dicho en ocasiones a sus compañeros que no le devolviesen el balón una vez que él se lo pasara. Genio y figura el catalán.

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Jugar en la selección española de lateral no ha sido caro nunca. De central o de portero la competencia siempre ha sido atroz, pero la realidad es que de «carrilero»  ha valido casi cualquiera que por allí pasara. En la actualidad, la excepción que confirma la regla juega de lateral izquierdo y se llama Jordi Alba. Por el otro carril tenemos al lateral español por antonomasia: Álvaro Arbeloa.

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Mucha gente se pregunta cómo es posible que Arbeloa haya sido titular en todos los equipos en los que ha estado siendo un jugador tan justito. Yo la verdad es que tampoco lo entiendo. Recuerdo su paso por el Depor y la verdad es que no brilló en exceso. No lo hizo mal pero ni mucho menos estuvo a la altura del otro joven lateral que sí despuntó aquel año con los blanquiazules: Filipe Luis. La diferencia entre uno y otro era más que evidente, pero mientras que el brasileño no ha sido capaz de asentarse con la verdeamarela, ni de acabar rompiendo en un equipo verdaderamente grande, Arbeloa ha sido campeón del mundo, de Europa y lateral titular del Real Madrid. Toda una ironía futbolística.

¿Qué verán los entrenadores en Arbeloa?. ¿Hará vestuario y los compañeros le querrán mucho (al estilo de Pepe Reina)?. ¿Tendrá capacidades hipnóticas?. ¿Su representante será un matón albano-kosovar que amenaza a los DT?. Preguntas todas sin respuesta. Álvaro ha sido titular en equipos punteros desempeñándose como un lateral que defiende a base de faltas, que no es rápido, que no sube la banda y que podría estar jugando en el Osasuna sin pena ni gloria. Con 30 años, Arbeloa está absolutamente acabado para la élite del fútbol y aún así sigue teniendo sus admiradores acérrimos que le defienden como si fuera una especie de futbolista incomprendido al que los «no creyentes» no sabemos apreciar.

Las malas lenguas llaman «El Cono» a Álvaro Arbeloa por su escasa movilidad sobre el césped. Yo le llamaría «El brujo» y le pediría su pócima secreta. Hay una encrucijada de caminos cerca de mi casa (para invocar al Angel Caido) y quisiera saber qué sensación produce ser un futbolista mediocre y tener un palmarés superior al de Maradona. Por favor Álvaro, díme tu secreto…. ¿666?.