La selección fantasma

El de la Selección Fantasma es uno de los episodios más comentados en los círculos de memoriosos del fútbol. Es la historia de un equipo seleccionado que se aisló en condiciones indignas de futbolistas profesionales y que luego fue olvidado. Como ocurre siempre, la tradición oral ha recogido las hazañas de los héroes y la perfidia de los villanos con reduplicaciones, hipérboles y tergiversaciones, de tal modo que el límite entre ficción y realidad se vuelve difuso.

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Ocurrió en 1973, el año del último alunizaje (Apolo 17), del fin de la Guerra de Vietnam y del golpe de estado de Pinochet en Chile. El año del retorno de Perón a su país tras 18 años de exilio. También es el año de nacimiento de Javier Zanetti y Roberto Carlos y de la muerte de J.R.R. Tolkien y Nino Bravo.

En el mundo de la pelota, brillaba Johann Cruyff y el Ajax se consagraba campeón de Europa por tercera vez consecutiva. En América del Sur, Independiente retenía la Copa Libertadores de América y, en noviembre, ganaría la Intercontinental por primera vez, al derrotar a la Juventus con gol de un joven promisorio llamado Ricardo Enrique Bochini. En el fútbol doméstico, de alguna manera empezaba a gestarse el campeón mundial de 1978: un novel entrenador rosarino conocido como César Luis Menotti guiaba a Huracán hacia su único título profesional. Fue un equipo espectacular, el último en jugar con 5 delanteros: Houseman, Brindisi, Avallay, Babington y Larrosa, apuntalados por la veteranía y la sapiencia de Coco Basile y Carrascosa. Se lo recuerda, simplemente, como el Huracán del ’73, y con eso basta.

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Como todo año previo a la Copa del Mundo, estaba lleno de expectativas. En Argentina, la tensión era muy fuerte: el equipo albiceleste había sufrido la eliminación para el Mundial del ‘70 y la clasificación para el torneo que se disputaría en Alemania era imperativa, sobre todo porque era el anterior al que se organizaría en la nación sudamericana.

La Selección Argentina estaba a cargo de una gloria del balompié mundial: Enrique Omar Sívori. El ex astro de River y la Juventus había tomado el cargo ese mismo año, sucediendo a Juan José Pizzutti.

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El año internacional comenzó con una gira con resultados irregulares. En el Estadio Azteca, México la derrotó 2-0 con un tanto del ídolo Enrique Borja. Días más tarde, dieron el batacazo en Munich. Derrotaron a la Mannschaft de Beckenbauer por 3-2, con un recordado gol de tiro libre del Beto Alonso. La gira cerró con un pálido empate en un gol con Israel en Tel Aviv, con un penal detenido por el arquero argentino Carnevali.

Antes de las Eliminatorias, Argentina empató dos veces con Uruguay (ambos 1-1, uno en cada país), derrotó a Chile 5-4 en casa y cayó 1-3 de visitante y venció 3-1 a Perú en Buenos Aires.

Las tres plazas sudamericanas para Alemania’74 serían disputadas por 8 selecciones. Brasil ya estaba clasificado como defensor del título. Venezuela decidió no participar. Se formaron 3 grupos. Argentina quedó encuadrada en el grupo 2, junto a Paraguay y Bolivia. Por cuarta vez, se encontraría con el país altiplánico y los temidos 3.600 metros sobre el nivel del mar. Es bien sabido que el equipo boliviano se hace fuerte en La Paz, aprovechando los efectos de la altitud. La menor concentración de oxígeno causa agitación, taquicardia y dolores de cabeza; así como la presión atmosférica menguada hace que la pelota viaje más rápido. En la clasificación para el Mundial de México, Bolivia había triunfado 3-1, resultado decisivo para la eliminación de Argentina. Con esos antecedentes, dirigentes y cuerpo técnico decidieron planificar cuidadosamente la excursión a la sede del gobierno boliviana. Tras practicar exámenes médicos a los jugadores del equipo nacional, se determinó la formación de dos grupos. El principal, disputaría los tres partidos a nivel del mar. El especial, mientras tanto, se concentraría en el norte argentino para adaptarse a la altura y jugaría el partido en La Paz. Solo que una vez instalados en Tilcara, quedaron en tal estado de abandono que los periodistas la bautizaron la Selección Fantasma.

Entre los miembros de la Selección Fantasma hay nombres que dejarían huella en la historia del balompié criollo. Los arqueros eran Ubaldo Fillol (Tres Mundiales, Campeón del Mundo en 1978, gloria del deporte nacional) y Jorge Tripicchio. Los defensores, Rubén Glaria (mundialista en 1974), Osvaldo Cortés (de larga carrera en España), Néstor Chirdo, Jorge Troncoso y Daniel Tagliani. La lista de mediocampistas estaba integrada por Reinaldo “Mostaza” Merlo (539 partidos en River Plate), Rubén Galván (campeón del Mundo en 1978), Marcelo Trobbiani (campeón del Mundo en 1986) y Ricardo Bochini (campeón del Mundo en 1986, gloria del deporte nacional). Para el ataque, se seleccionó a Oscar Fornari, Mario Kempes (3 mundiales; campeón del Mundo, goleador y figura en 1978), Aldo Poy (prócer de Rosario Central, autor del famoso gol de palomita, mundialista en 1974) y Juan Rocha (más tarde ídolo del Panathinaikos).

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El 19 de agosto de 1973, el equipo especial se embarcó en un vuelo hacia San Salvador de Jujuy. Y al llegar, continuaron viaje en bus hasta la localidad de Tilcara, a 2465 m sobre el nivel del mar.

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Mientras tanto, el grupo principal se partía hacia un destino mucho más halagüeño. Encaraba una gira por España. Allí enfrentaron al Atlético de Madrid (1-1); Málaga (4-3); Las Palmas (1-2) y Ujpesti Dosza (2-0). Este plantel fue acompañado por 3 dirigentes de la AFA. La Selección fantasma comenzó a padecer la desatención dirigencial.

* Los jugadores partieron sin arreglar el aspecto monetario. AFA pagaría los sueldos, pero no premios, excepto por triunfar en los amistosos.

* En cuanto a éstos, solo se habían pactado dos, pero los mismos jugadores se vieron en la necesidad de jugar más; tanto para prepararse mejor como para pagar alojamiento y comida.

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* Según el testimonio de Kempes, la comida era muy mala: “Tirábamos para arriba el puré y quedaba pegado al techo; la carne era dura” El transporte era terrible: viajaron hasta Arequipa (Perú) en tren, en un viaje más propio de mochileros que de atletas. El ferrocarril tenía asientos de madera y los jugadores padecieron dolores musculares por la incomodidad.

* La ropa para entrenamiento y partidos apareció tres días antes de viajar, gracias a una gestión del entrenador, Miguel Ignomiriello.

* El mismo Ignomiriello logró, tras mucho insistir, que un dirigente (Dante Livi) aceptara presidir la delegación. Ninguno quería acompañar a los jugadores a ese destino.

* Reinaldo Merlo se marchó a los pocos días. No aguantó las condiciones de trabajo.

Los jugadores apelaron a su hombría y aguantaron sin chistar. Jugaron los siguientes amistosos:

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En Argentina:

* Jujuy (1259 msnm), vs. Liga Jujeña, 0-0

* La Quiaca (3442 msnm), vs. Liga Puneña, 5-2

En Perú:

* Cuzco (3399 msnm), vs. Cienciano, 1-0

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* Arequipa (2335 msnm), vs. Melgar, 1-0

* Puno (3827 msnm), vs. Alfonso Ugarte, 4-3

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En Bolivia:

* Oruro (3735 msnm), vs. San José, 3-1

* Potosí (3900 msnm), vs. Independiente Unificada, 3-1

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Entretanto, el equipo principal empezaba el proceso clasificatorio venciendo a Bolivia 4-0 en Buenos Aires y empatando 1-1 con Paraguay en Asunción.

Llegó el día del partido en La Paz. Sobre lo ocurrido en ese momento hay mucha controversia. Hay quienes dicen que Sívori ignoró lo planeado y alineó los jugadores del plantel principal. La realidad es que el plan no se cumplió del todo; pero tampoco se desestimó por completo.

Ignomiriello salió al campo como entrenador. Pero el equipo inicial incluyó 7 miembros de la Selección Fantasma y 4 del grupo principal (Carnevali, Bargas, Telch y Ayala). La formación fue Carnevali; Glaria, Bargas, Tagliani y Cortés; Rubén Galván, Telch y Poy; Fornari, Kempes y Ayala. Más tarde, ingresaron Bochini y Trobbiani. El equipo fantasma se sintió traicionado. Habían sufrido increíbles privaciones, pero a la hora de jugar, no recibieron el trato prometido.

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A los 18 minutos del primer tiempo, el fantasma Fornari metió un gol de cabeza y Argentina se dedicó a defenderlo.

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Fueron muchos minutos en el que Bolivia estuvo cerca de empatar. El partido terminó 1-0 y la Selección quedó con un pie en Alemania.

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La clasificación llegó 7 días después, con victoria 3-1 sobre Paraguay.

La AFA reconoció tardíamente el esfuerzo de la Selección Fantasma y le pagó el mismo premio que al resto del plantel.

La realidad es que Bolivia tenía un equipo muy flojo. Paraguay también lo había vencido en la altura (2-1). Y perdió ambos partidos de visitante por el mismo marcador: 0-4. Es decir, que no es posible asegurar que el triunfo haya sido fruto del trabajo realizado en esas condiciones tan sacrificadas o por el bajo nivel del adversario.

En los otros grupos, Uruguay dejó atrás a Colombia y Ecuador. Chile superó a Perú en 3 partidos y enfrentó en la repesca a la URSS. Se trata de ese conocido episodio de la incomparecencia soviética en Santiago y los jugadores chilenos haciendo un gol ante un rival inexistente.

Los argentinos festejaron la clasificación y no jugaron ni un solo partido más hasta el año siguiente. Sívori fue cesado en su cargo y lo reemplazó un triunvirato integrado por Vladislao Cap, Víctor Rodríguez y Puchero Varacka. El paso por Alemania ’74 fue lastimoso. Solo se ganó un partido (Haití, 4-1) y se padeció contra la Naranja Mecánica (0-4).

Muchos de los sufridos integrantes de la Selección Fantasma nunca volvieron a vestir la casaca nacional. Solo cuatro formaron parte del plantel mundialista en la nación germana: Glaria, Poy, Fillol y Kempes.

Para terminar, cederé a la tentación de citar a Diego Lucero. En una nota publicada en 1973, narró que en una reunión informal se le preguntó a Francisco “Cañoncito” Varallo, mundialista en 1930:

-Che, Cañoncito, y cuando ustedes jugaban en La Paz ¿cómo hacían con la altura?

A lo que Varallo contestó con inocencia:

-En aquel tiempo no había altura.

Con lo que quería decir que, convencidos de su propio valer, los jugadores de su tiempo no consideraban a la altura como un problema.

Con esto no queremos decir que no haya que planificar ni prepararse adecuadamente para jugar en condiciones fuera de lo común. Significa que a la prudencia hay que sumarle la conciencia de los propios talentos y no exagerar el temor a los contrarios. En definitiva, sin buenos jugadores no hay altura que valga. En la cancha son siempre once contra once.

Mientras tanto, homenajeamos a esos jugadores que aceptaron vivir en condiciones impropias, convencidos de que lo que el objetivo valía la pena. Y una rotunda reprobación a los que los abandonaron a su suerte.