¿Qué sería de este blog sin Germán Magide?. Otra gran entrada más sobre un curioso tema: jugadores africanos en Argentina.
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La noticia se conoció hace pocos días. Un muchacho de 16 años, llamado Bayan Mahmud, debió escapar de Ghana, debido a que los enfrentamientos tribales habían acabado con la vida de sus padres. En Accra se coló en un barco, sin saber a dónde iba. Cuando los marineros lo descubrieron, supo que su destino era Argentina. En Buenos Aires comenzó a deambular. No conocía a nadie. No hablaba el idioma. En Plaza Constitución se hizo amigo de unos senegaleses y se puso a jugar a la pelota. Por casualidad, lo vio un dirigente de Boca Juniors. Hoy, Bayan juega en las divisiones juveniles del club de la Rivera. Sueña con llegar a primera. Ha recuperado la esperanza.
A pesar de que en Argentina África consiguió su primera victoria mundialista (Túnez 3, México 1, en 1978), la historia de los futbolistas de ese continente en las pampas no es muy larga; pero sí llena de aspectos curiosos; pues, a los ojos argentos, África es un lugar exótico, más cercano a Tarzán y a Daktari que a los avatares de la pelota. Sin embargo, algunos jugadores han arribado a estas canchas desde el Continente Negro con suerte dispar.
El primero de ellos fue Harold James Henman, conocido como “Héctor”. Nació en Oxford, Inglaterra y se mudó a corta edad a Sudáfrica. Con un combinado de ese país vino de gira a la Argentina (Ver La leyenda del escuadrón invencible) y se quedó a jugar en Alumni. Llegó a jugar un partido con la Selección Nacional en 1906
Pasarían muchos años hasta que apareciera otro africano en un club argentino. En 1981, debutó Antonio Custodio Méndes, que fue presentado como portugués. Con el tiempo vino a saberse que había nacido en Praia, Cabo Verde. Su carrera se extendió por varios clubes argentinos, además de Chile y Venezuela.
Luego, vino el malogrado Efford Chabala, guardavalla de la Selección de Zambia. Formó parte de Argentinos Juniors en 1991-92. Tuvo pocas oportunidades de mostrar su talento. Pero fue protagonista de un hecho curioso. En 1991, unos empresarios trasnochados organizaron un partido entre Argentina (flamante campeón de América) y el Resto del Mundo. Solo que no consiguieron estrellas extranjeras. Desesperados, llamaron a Chabala para que, al menos, el combinado internacional tuviera un guardavalla extranjero. En 1993, el avión que transportaba al seleccionado zambiano se precipitó al mar frente a las costas de Gabón. Efford pereció junto a sus compañeros
A partir de 1994, se produjo una verdadera invasión africana en las canchas argentinas. Sin dudas, el más exitoso de todos los llegados fue el camerunés Alphonse Tchami. Durante tres años vistió los colores de Boca Juniors, con los que disputó 48 partidos y marcó 11 goles, uno de ellos contra River. Paseó su potente estilo, además, por Dinamarca, Alemania, Emiratos Árabes, Escocia, Francia, Rusia, China y Líbano. Integró los planteles de Les Lions Indomptables en la Copa del Mundo de 1994 y 1998.
Otro africano de cierta notoriedad fue Teophilus “Doctor” Khumalo. Nacido en Sudáfrica, jugó en Ferrocarril Oeste durante 1995. Anotó un gol espectacular contra Independiente, pero no logró asentarse y partió rápido hacia E.E. U.U. Jugó en Francia’98. Con él, arribó de Zimbabwe Memory Mucherahowa, que no llegó a debutar.
El Mundial sub-17 jugado en Italia durante 1991 fue ganado por Ghana. En ese equipo, se destacó sobre todos Nii Lamptey. Varios años después, en 1997, llegó a Unión de Santa Fe, después de pasar por Bélgica, Holanda, Inglaterra e Italia. Una desgracia familiar lo llevó a regresar a su patria y ya no volvió al fútbol argentino. Su campaña se limitó a 6 partidos. Su carrera se prolongó, oscuramente, por Europa, Asia y África.
En 1995, cayó en Newell’s Old Boys un jugador de Malawi. Su nombre era Ernest Mtawalli. Según parece, era figura en su selección. Claro que su selección no era, precisamente, una potencia continental. Lo contrataron después de ver un video. Su mayor éxito no fue en los campos de juego (solo saltó al verde césped en 4 oportunidades) sino en las alcobas rosarinas. Un día se fue para no volver. Algunos rosarinos creen que les vendieron al hermano del que aparecía en el video.
Otro engaño histórico es el protagonizado por Tobi Mimboe. El defensor camerunés logró ser fichado por San Lorenzo tras afirmar que había estado en dos mundiales. Después de jugar 2 partidos y comprobar que su curriculum estaba adulterado, le rescindieron el contrato. La crónica señala que le faltaba un dedo de la mano, aunque seguramente no lo perdió en la Grieta del Destino.
Otro que pasó por el club del Papa fue el nigeriano Félix Orode. Tras jugar un solo partido, pasó a jugar en las divisiones de ascenso. En esas rústicas canchas donde futbolistas semiamateurs sueñan con llegar a primera, se vio jugar a Hugo Da Silva, un angoleño de interesante paso por Comunicaciones y Excursionistas entre 1999 y 2000 (67 juegos y 22 goles). Como Mahmud, llegó a la Argentina huyendo de las guerras civiles que asolaban a la antigua colonia portuguesa. Bajo circunstancias parecidas, llegó de pequeño Juan Carlos Ecomba. Era originario de Guinea Española (actual Guinea Ecuatorial) y brilló en los modestos clubes de 1ºC y 1ºD entre 1986 y 1993. Se desempeñó como delantero en Nueva Chicago y Chacarita y en otros clubes más modestos, como Deportivo Riestra.
Durante 2006, se había instalado una modesta expectativa: Se acercaba la conversión del gol 80.000 en el profesionalismo. Cuando finalmente se produjo, el impacto fue mayor a lo esperado. El autor era un jugador de ¡Uganda! Su nombre es Ibrahim Sekagya, pasó por Atlético de Rafaela, Ferrocarril Oeste y Arsenal antes de seguir rumbo a Austria. Junto a él, había llegado su compatriota Mohammed Nsubuga, pero su pase no se concretó.
Otros jugadores africanos llegaron a Argentina; pero no lograron pasar las pruebas a las que fueron sometidos. Algunos de ellos tenían cierto renombre: Prince Amoako (Ghana); Cyrille Bella (Camerún); Mariko Daouda (Costa de Marfil); Joseph M’Barga (Camerún); Raymond Kalla (3 mundiales con Camerún) y Engonga Obame (Gabón).
Para cerrar esta crónica, nos remontaremos a 2001. En ese año tristemente recordado por los argentinos, se celebró en el país sudamericano el Mundial Sub-20, ganado brillantemente por la Selección de Saviola, D’Alessandro y Maxi Rodríguez. La norteña ciudad de Salta albergó al Grupo E, integrado por Costa Rica, Ecuador, Holanda y Etiopía. El combinado del Cuerno de África debutaba en competiciones FIFA y terminaría último con tres derrotas.
Un día después de la eliminación, tres integrantes del plantel desaparecieron del hotel donde se hospedaba la delegación africana. Una semana más tarde, fueron hallados en una casa familiar. El rumor decía que el trío había decidido aprovechar el romance de uno de ellos con la chica de la casa para quedarse en Argentina (Lo que sería Etiopía para que prefirieran a vivir en la Argentina de ese año). La cosa se aclaró (?) un poco con las declaraciones de la muchacha, que se llamaba Verónica y tenía, a la sazón, 17 años. “Yo fui novia (¡) de uno de los chicos que regresó a Etiopía”, explicó, “Cuando supe que querían quedarse acá, hablé con mis padres y ellos aceptaron hospedarlos”. Los etíopes solicitaron el status de refugiado y, mientras la situación se resolvía, trataron de conseguir un contrato de futbolistas. Sin posibilidades por las trabas legales, solo jugaron algunos partidos en la Liga local. Probaron suerte en Buenos Aires, pero los clubes y la AFA no les dieron cabida. No se supo más nada de ellos después de 2002. Sus nombres eran Getachew Solomon (guardavalla), Abubakar Ismael (mediocampista, aparece jugando para su país las Eliminatorias para 2002 y 2006) y Seman Hussen (delantero). Cumplió años durante su estadía en Argentina y la familia salteña se lo festejó. Dijo con emoción: “Es la primera vez que me festejan un cumpleaños. Y nunca me habían regalado una torta”
La responsable de todo, como siempre, había sido la pelota.