Avellaneda, ciudad de fútbol

Al sur de la ciudad de Buenos Aires, allende el Riachuelo, hay una ciudad. Los gauchos la llamaban Barracas al Sud. En 1904, fue nombrada Avellaneda. Mi ciudad.

En ella se alzan dos moles de cemento, apenas separadas por 300 metros. Son templos de la eterna liturgia futbolera; emblemas de extramuros, símbolos de la ciudad que es barrio a la vez. Son los bastiones del Rey de Copas y el Primer Campeón Mundial. Racing e Independiente, las entidades que hicieron de Avellaneda la ciudad más pequeña del mundo en tener dos clubes campeones mundiales.

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La barriada se hizo ciudad al ritmo del tango, cuando el siglo XX trajo la industrialización y los tambos y las chacras cedieron su lugar a los frigoríficos. Allí se afincaron oleadas de inmigrantes: gallegos, italianos, polacos, armenios. En 1901, unos estudiantes fundaron un club: Barracas al Sud F.C. Fue el primer equipo 100% criollo. Un año después, un grupo de socios se escindió y creó el Colorados Unidos del Sud. En 1903, los muchachos volvieron a unirse y dieron nacimiento al Racing Club. Su acérrimo rival, en cambio, no nació en Avellaneda; sino en la Capital en 1905. Anduvieron en busca de campo de juego por varias locaciones porteñas. Hasta que el suburbio les fue hospitalario. Plantaron sus reales en el barrio de la Crucecita en 1906. Así nació el clásico de Avellaneda. Los clubes dividieron a la ciudad-barrio. Los hinchas éramos rivales el domingo; pero en la semana éramos vecinos, compañeros de escuela, amigos, clientes, parientes… Después de los entrenamientos, los jugadores de ambos clubes caminaban hasta la Avenida Mitre y tomaban juntos unas copas. La rivalidad era solo un condimento en el banquete del fútbol. Al odio, desgraciadamente, lo inventaron después. Mucho después.

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La década de 1910 fue el dominio de Racing. Campeones 7 veces consecutivas entre 1913 y 1919. En esa época recibieron el mote de la Academia. Al Rojo le costó un poco más hacerse un lugar entre los campeones. Con sus triunfos en 1922 y 1926, se ganaron el apelativo de los Diablos Rojos.

Ya eran los años ’20. La ciudad, que nunca perdió el espíritu de barrio, era un reducto del Partido Conservador. En sus calles abundaban los garitos y los prostíbulos, frecuentados por toda clase de hampones y tahúres. En las fábricas, inmigrantes de ideología anarquista iniciaban la lucha por los derechos de los trabajadores. Y en los baldíos, los criollos y los hijos de los extranjeros se unían para correr detrás de la pelota. Así crearon una nueva estirpe, la argentina.

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Con la expansión del fútbol, llegaron los estadios. La cancha de Crucecita se incendió en 1923. Los Rojos se mudaron a otro terreno, arrinconado entre los Siete Puentes y las vías del Ferrocarril Sud, a solo tres calles del campo de juego de la Academia. En ese lugar, erigieron e inauguraron en 1928 el primer estadio de cemento de América del Sur. La cancha fue llamada la Doble Visera. Muchos años más tarde recibiría el nombre de Libertadores de América.

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La cancha de la Academia siempre estuvo en el mismo lugar. En 1950, estrenaron el Cilindro, oficialmente llamado Presidente Perón. El estadio fue escenario de los primeros Juegos Panamericanos, en 1951.

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En la segunda mitad del siglo llegaron los títulos internacionales. Y el nombre de mi ciudad resonó en todas las latitudes. América y el mundo entero oyeron hablar de la ciudad-barrio.

Los mejores jugadores del orbe pasaron por el césped avellanedense: Pelé, Cruyff, Beckenbauer, Di Stéfano, Maradona. Montevideo, Roma y Tokio vieron a los clubes de Avellaneda levantar victoriosos la Copa Intercontinental.

Los potreros fueron la cuna de una larga lista de futbolistas que brillaron con otras divisas. Incluso con selecciones extranjeras. Roberto “Toro” Acuña para Paraguay; Humberto Maschio y Raimundo Orsi para Italia. Nacieron en Avellaneda fenómenos como Raúl Bernao. Símbolos de la inmigración como el Polaco Cap, descendiente de húngaros y polacos. Abel Herrera, Pedro Catalano, Adrián Czornomaz, que iba a la misma escuela que yo.

Nacieron en Avellaneda para triunfar en Racing Néstor De Vicente, Alberto Ohaco, el Mariscal Perfumo, Norberto Raffo….

Y tres integrantes de la Máquina de River: Juan Carlos Muñoz, Adolfo Pedernera y Félix Loustau. Roberto Mouzo y Ángel Clemente Rojas “Rojitas” fueron ídolos en Boca.

En Independiente se destacaron Roberto “Pipo” Ferreiro, Osvaldo Mura, Miguel Ángel Santoro…

Hugo Pérez defendió las dos casacas.

También nació en Avellaneda Il Capitano Javier Zanetti.

Tres calles llevan el nombre de futbolistas: Corbatta, Bochini, Milito.

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Racing e Independiente son los grandes. Pero en las periferias luchan otras instituciones futboleras. Arsenal de Sarandí (nacido en 1957) y Sportivo Dock Sud (1916). San Telmo (1904) es, en rigor, un club capitalino; aunque tiene su cancha en el turbulento barrio de la Isla Maciel. Y fuera de los registros de la AFA proliferan centenares de clubes pequeños, donde dieron sus primeros pasos grandes glorias del futbol argentino: Villa Modelo, Unión de Crucecita, Amado Nervo, Progresista, General Mitre, Once Luceros, Estrella de Echenagucía, 25 de Mayo, ….

Esa es Avellaneda, la ciudad-barrio, mi ciudad. En sus calles –Avenida Mitre, Belgrano, Güemes, Pavón –conviven las atajadas de Cejas y de Santoro, los goles de Erico y del Chango Cárdenas, las gambetas de Bochini y de Corbatta. En sus barriadas –Crucecita, Quinta Galli, Gerli, Domínico, Wilde, Piñeyro, Sarandí, Dock Sud -se mezcla el recuerdo de mártires de las luchas sociales – Azucena Villaflor, Maximiliano Kosteki, Darío Santillán- con la evocación de matones como Ruggerito. En el Teatro Roma, emblema de su cultura, resuenan los nombres de Eladia Blázquez, Luis Brandoni, Adriana Varela, Lolita Torres, Alfredo Toth,…

Avellaneda, mi ciudad. En sus plazas, miles de chicos sueñan con ser Perfumo o Villaverde, Tucho Méndez o Ernesto Grillo, Gabriel Milito o Diego Milito.

Esa es mi ciudad. Mi barrio. Mis calles. Una ciudad que de día se apasiona por sus divisas amadas y de noche tiene sueños redondos como pelota de fútbol. Una ciudad donde en apenas 3 cuadras se encuentran dos viejos rivales, dos glorias del fútbol criollo, dos campeones mundiales. La ciudad donde nació y murió mi viejo. El barrio que, aunque dejé atrás, llevo conmigo cada día. Las calles que cobijaron mis sueños y desengaños.

La ciudad, el barrio y las calles donde el fútbol es religión, arte y pasatiempo. La ciudad de Independiente y Racing. Mis calles, mi barrio, mi ciudad.

La crisis boquense de 1984

En agosto de 1984 se realizó una edición más de la Copa Joan Gamper. Los locales enfrentaron a Boca Juniors. El resultado quedaría en la historia: Barcelona; con Schuster, Archibald y Migueli a la cabeza, apabulló a los argentinos con un escandaloso 9-1. Los 11 de la hecatombe fueron Gatti; Alves (Berta), Alberto, Mouzo y Córdoba; Pasucci (expulsado a los 33 minutos), Krasouski (Matabós) y Vázquez; Abdeneve, el astro uruguayo Fernando Morena (autor del gol de penal)  y Mendoza (Sotelo). La onda expansiva rebotó a ambos lados del Atlántico con fuerza inconcebible. En Europa nadie entendía nada. Nunca antes se había vapuleado de esa manera a un team argentino. Y Boca era uno de los más famosos equipos sudamericanos. Pero este episodio tiene explicación. El club porteño estaba sumergido en una crisis institucional que tuvo su lógico correlato deportivo.

Ya a fines de los años 70, Boca debió enfrentar 300 demandas por el fallido emprendimiento de la Ciudad Deportiva. A pesar de esto, en 1981 armó su Dream Team con Maradona incluido. Luego; las deudas por los pases de Diego, Morete, Trobbiani, Krasouski y Brindisi se convirtieron en una trampa mortal, cuando las disparadas del dólar multiplicaron dramáticamente el pasivo. Para 1982, se conformó un plantel más reducido y barato. Sin embargo, los jugadores estuvieron 7 meses sin cobrar. En diciembre de 1983, Domingo Corigliano ganó las elecciones. Sus primeras medidas fueron achicar más el plantel y confirmar a Miguel Ángel “Zurdo” López como director técnico.

El verano de 1984 pareció auspicioso, tras buenas victorias en amistosos, incluido un 3-0 sobre River. Pero la campaña oficial fue frustrante. Con la Bombonera parcialmente clausurada, Boca no pasó la fase de grupos en el Campeonato Nacional. Y el Metropolitano fue peor: Boca recién ganó en la fecha 9; cuando el Zurdo López había volado, reemplazado por el brasileño Dino Sani. La racha contuvo un empate contra Platense (2-2) en el que un arquero improvisado (López Turitich, lateral paraguayo) le atajó un penal a Morena. Pero lo peor era que la deuda con los jugadores seguía creciendo.

Entre junio y julio, el conflicto llegó a punto de ebullición, lo que llevó a otro episodio vergonzoso de la historia boquense: la tarde del Fibronazo.

La paciencia de los jugadores se acabó el 6 de julio. Enterados de la renuncia del tesorero y de que no cobrarían sus deudas, los futbolistas decidieron no jugar contra Atlanta el domingo 8. La represalia del club fue suspenderlos. Una sanción ridícula, ya que consistía en negar el goce de haberes; algo que, de hecho, ya ocurría.

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El día del partido, Boca presentó una formación de emergencia: Medina, Franco, Manfredi, Dos Santos, Latorre, Tessone, Fornés, Peruchena, Denny Ramírez, Tuta Torres y Vales. Todos pibes de 4º división. El entrenador fue Alberto González, “Gonzalito”.

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Pero el bochorno sería aún mayor. Atlanta se presentó con camiseta azul. El árbitro Juan Bava ordenó que Boca usara una casaca alternativa, ya que en Argentina el que modifica su indumentaria es el local. Pero no había uniforme alterno en el estadio. Se improvisó con unas remeras blancas de entrenamiento a las que se les pintó el número con un fibrón.

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Así como se lee: uno de dos clubes más grandes de la Argentina jugó un partido oficial con unas camisetas cualesquiera con el número escrito a mano. Con el sudor la tinta se destiñó hasta que en los dorsales solo hubo una mancha ilegible.

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Para entonces, la derrota por 1-2 era lo de menos.

Mientras tanto, la cúpula directiva pide licencia por 60 días. El presidente en ejercicio levanta las suspensiones, pero la plantilla no puede entrenar porque el personal del centro de entrenamiento, La Candela, está en huelga. Paralelamente, se paralizan las refacciones en la Bombonera, la Municipalidad clausura el estadio por riesgo de derrumbe y la Justicia pone fecha para subastar el estadio y los terrenos donde se halla; ante sendos reclamos del Wanderers de Montevideo (el pase de Krasouski) y un banco porteño (un préstamo no cancelado).

A estas alturas, Boca necesitaba 600.000 dólares para no desaparecer. Una quimera. Y la barra brava amenazaba de muerte a los futbolistas. Estos, entretanto, salían de gira por Europa y Norteamérica en busca de dólares, liras, francos, pesetas, dracmas o lo que fuera. Y así llegaron a Barcelona unos hombres amenazados, vilipendiados y manoseados por sus propios dirigentes: antes de partir, les anunciaron que de los 600 dólares pretendidos por partido, apenas podían pagarles $275. Sin embargo, pusieron el pecho a la mayor catástrofe futbolística de club xeneize.

La humillación caló hondo. Roberto Pasucci declaró que no quería jugar más. Gatti no quería jugar en la segunda jornada del torneo. Lo convencieron con el argumento de que, si no lo hacía, iba a quedar como el culpable de la derrota. El mismo Loco afirmó que los goles pudieron haber sido 14 ó 15.

La gira siguió. En la Ciudad Condal vencieron al Aston Villa 2-0, en el primer encuentro entre argentinos e ingleses después de la Guerra de Malvinas. Real Sociedad los batió 2-0. En Sevilla, volvieron a perder 1-2 contra el  equipo homónimo y empataron contra Universidad Católica (Chile) 1-1. En Grecia obtuvieron su primera victoria, 3-2 ante Panathinaikos.

Luego siguió una victoria ante Nice (0-2) y una derrota contra Torino (3-0), donde brillaba Junior.

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Estos partidos se habían acordado con antelación. A partir de allí, el club buscó más amistosos; ya que faltaban 12 días para viajar a Estados Unidos. Pero no conseguían rivales. Tras la debacle en Barcelona, Boca no era atractivo. Se pactó una presentación en San Remo (Italia) contra el Sanremese, a la sazón en Serie C. Pero, al observar el escaso público presente, los boquenses no creyeron que la recaudación alcanzara para pagarles y cancelaron el partido.

Después de 12 días dando vueltas por hoteles europeos, Boca cruzó el Atlántico hasta la Costa Oeste de E.E U.U. Arrastraba problemas internos. El grupo estaba dividido acerca de la manera de continuar sus reclamos al regresar. Llevaban 8 meses sin percibir salarios. Solo Gatti cobraba, debido a un acuerdo personal con ex dirigentes. La desconfianza provocaba roces y peleas. Para mayor desgaste, la gira fue eterna: duraría 32 días. Con este bagaje, Boca arribó a Los Ángeles cerca de la medianoche del 15 de septiembre. A esta trama de desaguisados, todavía le quedaba un capítulo. En principio, los jugadores se negaron a abordar un bus para un viaje nocturno hasta Fresno (350 km), donde debían enfrentar al Atlas mexicano. No había reserva de hotel. Algunos jugadores durmieron dentro de autos que estaban en el estacionamiento. Gatti y Alves cenaron unos hotdogs en un kiosco. Allí, apareció Josep Minguella con Mario Kempes. Pidió que el Matador jugara para Boca; así Los Ángeles Lazers, un equipo de indoor soccer, podía evaluarlo. El club argentino pidió dinero y el acuerdo se cayó. Simultáneamente, en Buenos Aires; negociando contra reloj, los dirigentes lograban aplazar los remates que pesaban sobre las instalaciones.

Al día siguiente, se presentaron en un Estadio Universitario Ratcliffe casi vacío. Fresno es una ciudad pequeña, el enfrentamiento entre dos equipos extranjeros con 40ºC, no despertaba interés. El cachet era una limosna: 4.500 dólares, que irían íntegramente a los bolsillos de los futbolistas. Dino Sani alineó a Balerio; Passucci, Alberto, Mouzo y Córdoba. Stafuza, Segovia y Sotelo; Porté, Morena y Mendoza. En el banco de suplentes, estaba Gatti (con el torso desnudo y en sandalias, tomando sol), Matabós,  Berta y Abdeneve. Los Xeneizes ni siquiera tenían en cuenta la uniformidad en la vestimenta: unos usaban medias azules y otros, amarillas.

Mendoza abrió el marcador. Al poco rato, Pasucci pidió el cambio, mareado por el calor. En su lugar entró Berta. También ingresaron Matabós y Abdeneve. Hasta que a los 73 minutos, el ingresado Berta avisó que no podía seguir. Y en el banco solo quedaba Hugo Orlando Gatti. El preparador físico fue hasta el micro a buscarle una camiseta. Le trajo la 14.

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El Loco entró al campo según su estilo. Les gritó a los demás: “Aprendan, troncos, que entró el maestro”.

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Se paró como delantero. Participó bastante del juego. Estuvo cerca de convertir, pero Morena prefirió patear al arco.

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En la foto, puede verse como el poste del arco continúa más allá del travesaño. Es que era un marco de rugby adaptado como portería de fútbol. Finalmente, Boca ganó 2-1.

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La gira debía continuar en México, pero los detuvieron en la frontera. Algunos pensaron en una venganza de Minguella, por arruinarle el negocio con Kempes. De cualquier modo, el equipo volvió a Buenos Aires. En el primer partido oficial, Dino Sani presentó juveniles. En total, 55 jugadores vistieron la azul y oro ese año.

Cuesta creer que un club tan grande haya pasado por semejante descenso a los infiernos. Lo cierto es que regresó fortalecido. Posteriores administraciones sanearon las finanzas, conformaron equipos poderosos y ganaron todos los títulos posibles. Pero los boquenses no deberían olvidar que, alguna vez, fueron el hazmerreír del mundo de la pelota.

Los experimientos futbolísticos del Dr. Frankenstein

Todos conocemos la creación de Mary Shelley. Un científico crea un monstruo a partir de la unión de partes de cadáveres disecados. Más tarde, al comprender el horror que ha creado, rechaza al engendro.

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No tenemos certezas, pero existen razones para creer que el doctor Frankenstein estuvo en Buenos Aires en 1934 e intentó repetir sus aberrantes prácticas en el fútbol argentino.

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¿Qué pensarían los italianos si la Federcalcio obligara al Chievo y al Hellas Verona a formar un solo equipo? ¿O en España, si se determinara que el Leganés y el Getafe se fusionaran, bajo apercibimiento de desaparecer de la Liga? Seguramente, lo considerarían una locura. Sin embargo, los dirigentes argentinos lo hicieron y el espantajo resultante fracasó rotundamente

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Se ha dicho sobradamente en este espacio que la Argentina futbolera siempre fue pródiga en desatinos, absurdos e incoherencias. El episodio que narraremos hoy es otro claro ejemplo de ello, tal vez el más contundente.

En 1931, 18 equipos se desafiliaron de la Asociación Argentina y crearon la Liga Argentina de Football, lo que significó la entrada definitiva en el profesionalismo. La nueva entidad no era miembro de FIFA,  lo que le daba carta blanca para resolver sus cuestiones internas. Bueno es decir que, al mismo tiempo, se crearon federaciones rentadas en Rosario y Santa Fe; pero, a los efectos de esta nota, nos concentraremos en lo ocurrido en Buenos Aires.

Luego de los primeros torneos, fueron visibles las diferencias económicas entre los clubes grandes y los chicos. River, Boca, Independiente, Racing y San Lorenzo generaban las mejores recaudaciones y eso les permitía tener los mejores planteles. Y no deseaban subvencionar a los pobres. Querían desprenderse de los deficitarios. Hubo propuestas para reglamentar ascensos y descensos, cosa que hasta el momento no ocurría. Hasta que se les ocurrió que la solución era reducir de la cantidad de equipos. La razón para esta decisión fue puramente económica.

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Los grandes rápidamente descubrieron que el gran negocio era jugar entre ellos. Con el esquema vigente, había una veintena de clásicos por temporada. Buscaron entonces jugar un torneo a tres ruedas para incrementar el número de enfrentamientos. Para eso, debían sacrificar 4 equipos y reducir el círculo máximo a 14 escuadras.

La estrategia fue descabellada. Arbitrariamente, Quilmes y Tigre fueron descendidos a la segunda división, que por entonces agrupaba a las reservas de los clubes. Se eligió a esos clubes no por méritos deportivos, sino en virtud de las escasas recaudaciones que producían.  Eso fue un desatino; pero los Frankenstein argentinos todavía podían empeorarla.

Pocos días antes del comienzo del torneo, obligaron a Lanús y a Talleres de Remedios de Escalada a fusionarse y presentar un solo equipo. Otro tanto hicieron con Atlanta y Argentinos Juniors. Si se negaban, serían expulsados de la Liga. Resignadas, las instituciones acataron y para el campeonato de 1934 aparecieron dos nuevos teams: Unión Atlanta-Argentinos Juniors y Unión Talleres-Lanús. La aristocracia de la pelota estaba contenta: habían logrado su objetivo, despreciando los problemas o intereses de los plebeyos.

La medida no podía ser más despótica. La fusión no era deseada por nadie; ni por los dirigentes ni por los jugadores ni, mucho menos, por los hinchas. Las instituciones elegidas para unirse eran vecinas, pero esa vecindad implicaba fuertes rivalidades entre los aficionados. Además, surgían innumerables complicaciones. Designar al entrenador, por ejemplo. Seleccionar los jugadores, elegir los colores del uniforme, decidir el campo donde jugarían de local; eran algunas de las dificultades que los rehenes debían resolver a los apurones.

Atlanta y Argentinos Juniors acordaron alternar la localía en ambas canchas; pero luego resolvieron jugar en el estadio del primero, ya que tenía capacidad para que las hinchadas se ubicaran en graderías separadas. El veterano Luis Célico, gloria bohemia, quedó a cargo de la conformación del equipo, y como era de esperar, priorizó jugadores auriazules. La vestimenta fue otro horror. Usaron una casaca roja con una V azul y amarilla. En ocasiones, el azul y amarillo estaba en el bolsillo.

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Los clubes del sur trataron de resistir. Cuando la Liga cursó la orden de fusión, ambas entidades expresaron su desacuerdo, tanto con la conveniencia como con la legalidad de la disposición. Pero la amenaza de desafiliación fue determinante. Se conformó a las apuradas un plantel mixto, que alcanzó a jugar un amistoso antes del comienzo del campeonato. Venció a Sportivo Alsina por 3-2.

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El 18 de marzo, comenzó la competencia. Y al igual que la criatura de Mary Shelley; los monstruos avanzaron torpemente, tropezando y trastabillando.

La Unión Atlanta-Argentinos Juniors debutó como local en la cancha del segundo miembro. Recibió la visita de Chacarita Juniors que ganó 2-1. Lo tragicómico era que cada hinchada alentaba solamente a “sus” jugadores. Mientras tanto, en Remedios de Escalada, Racing derrotó 4-3 a Talleres-Lanús.

Ambas derrotas fueron prolegómeno de dos campañas malas. La relación entre Atlanta y Argentinos Juniors duró hasta septiembre, cuando la institución bohemia entró en crisis interna. La Liga desafilió al club y Argentinos Juniors continuó solo, aunque con jugadores de la unión. El equipo quedó en último lugar con apenas 9 puntos, tras ganar 2 partidos, empatar 5 y sufrir 32 derrotas. Convirtió menos goles que partidos: escasamente 38. Su valla fue vulnerada en 113 ocasiones. Su mejor resultado fue un triunfo sobre Gimnasia y Esgrima La Plata por 4-2. Entre los marcadores adversos, cayó con River por 8-1; con Racing por 7-2, con Estudiantes por 6-0, con San Lorenzo y Vélez por sendos 6-1 y con Boca por 6-2.

La performance de Talleres-Lanús fue un poco mejor. Acabó en la 12º posición con 27 puntos; producto de 8 victorias, 11 igualdades y 20 partidos perdidos. Marcó 50 goles y le anotaron 81. Su mejor triunfo lo consiguió precisamente sobre su compañero de desgracia: 4-1 a la Unión Atlanta-Argentinos Juniors; al que también derrotó por 2-0 en la segunda ronda. En la restante, empataron 1-1; con la sociedad ya disuelta.

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También se dieron el gusto de derrotar a Boca (2-1), a San Lorenzo dos veces (2-1 en ambas) y a Racing (3-1). Sus peores caídas fueron ante River Plate, por 0-6 y 0-5.

Para 1935, las dos ligas rivales se unieron y crearon la AFA. La nueva institución anuló las fusiones compulsivas y restauró a Quilmes y a Tigre a la Primera división. Pero ese no fue el final de los desaciertos.

Hoy por hoy, la entidad rectora del fútbol subcampeón del mundo vive horas inciertas. No tiene presidente. La selección no tiene entrenador. El mejor jugador del planeta, capitán y goleador del equipo nacional acaba de renunciar. El equipo olímpico no logra reunir 18 jugadores para competir dignamente en Rio. Las finanzas de los clubes son un caos. Mientras tanto, los dirigentes acaban de lanzar la Superliga, que es apenas otra manera de repartir la plata que aporta la televisión. Como se ha dicho, el fútbol argentino es pródigo en historias. Lo insólito, lo inexplicable, lo sórdido están esperando en cada cancha. Solo hay que estar atento… y tener memoria.

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Portugal gana a la griega

Llámenlo Dios, llámenlo entropía, llámenlo como quieran, pero hoy el universo ha compensado el desastre luso de la Euro 2004 ante aquella Grecia metalúrgica y espartana, que ganó contra pronóstico ante la mejor selección portuguesa que se recuerda.

Decía Marx que la Historia primero sucede como tragedia y después se repite como farsa, y hoy en París ha ocurrido de nuevo. Un equipo portugués que solo ha ganado un encuentro en toda la Eurocopa en el tiempo reglamentario, y que no ha jugado a nada en todo la competición, se ha encontrado con su primer título cuando nadie daba ni un céntimo de escudo por ellos. Y todo esto, con CR7 lesionado a los 20 minutos tras una durísima entrada de Payet, que ni siquiera fue sancionada como infracción. El astro portugués se retiraba entre lágrimas, que hacían presagiar otra derrota lusa sin paliativos. Una selección portuguesa ya muy limitada de por sí, sin su jugador clave era, a priori, un estafermo ante las hordas francesas que no paraban de galopar como caballos de Atila. Sin embargo, el entramado defensivo de la selección dirigida por Fernando Santos acabó dándole la confianza necesaria a los ciclotímicos futbolistas portugueses para alzarse con ese título que se les había escapado injustamente en 2004. Porque hoy, siendo inferior a Francia, Portugal consiguió lo que no había logrado siendo superior a Grecia. Y es que en el fútbol, como en la vida, no siempre gana el más alto, ni el más fuerte, ni siquiera el que mejor juega sino el que menos errores comete, y Portugal ha sido el menos errático en su deambuleo sobre el césped del Parque de los Príncipes.

Por fin, nuestros vecinos ibéricos se estrenan en Copas. Enhorabuena, aunque solo sea por compensar el karma y no por el fútbol mostrado.

Regreso a los años 90

Pues sí, Italia nos ha ganado, y bien además. Salvo por la típica cerdada de Motta hacia el final del encuentro, los italianos han desplegado un fútbol bueno, con gran solidez en defensa y una línea atacante muy atinada. La primera parte ha sido un monólogo italiano ante la inoperancia española, que asistía con la lengua fuera al derroche físico del rival. Los azules no corrían sino que volaban sobre el césped de París. Hacia el final del choque, con una España volcada al ataque, Italia hizo lo que mejor sabe hacer: sentenciar a la contra. 2-0 y para casa en octavos de final. Como en los años 90. Como casi siempre nos ha pasado con los italianos, salvo en estos últimos años, en los que el encantamiento parecía haberse roto. El encuentro contra Croacia no hacía augurar altas cotas para España y hoy se ha confirmado el fin de una generación que parecía que se resistía a morir, pero que finalmente ha dado el brazo a torcer ante una de sus bestias negras históricas. El cuento de hadas español se ha acabado. No seré yo quien busque culpables.

¿Y Argentina? Pues también sigue anclada, como si fuera una maldición, en 1993, año en el que ganó su último título, a pesar de las cuatro finales alcanzadas en estas dos últimas décadas. Leo Messi sigue estrellándose contra la fatalidad del partido decisivo y parece que ya no quiere sufrir más escarnio del dios burlón del fútbol. Aún en caliente, con los ojos todavía vidriosos, el astro argentino decía que ya no habrá más selección albiceleste para él, pero algo me hace pensar que eran palabras de un despecho pasajero y no las de un panegírico ante una capilla ardiente inevitable. A Messi le quedan aún años de fútbol y una última bala en Rusia 2018. Nos lo debe a todos, y el fútbol se lo debe a él.

El trienio de los goles

En la última docena de años, la Liga española se ha transformado en la más atractiva del mundo entero. Equipos como el Barcelona y el Real Madrid están en la cima del fútbol mundial por sus figuras, sus resultados y la calidad de su juego. Si consideramos los campeonatos disputados desde la temporada 2004/05, la del debut de Lionel Messi, podemos observar que el equipo azulgrana convirtió 1169 goles, a razón de 97,41 por estación. Su gran rival, en cambio, metió 1143 anotaciones, con un promedio de 95,25. Impresionante. En las últimas siete temporadas, desde 2009/10, los Merengues superaron la barrera de los 100 goles, con un pico de 121 en 2011/12. Los Culés lo hicieron durante 5 años consecutivos, a partir de 2011/12. Su máxima performance fue en 2012/13 con 115. Además, metieron 105 en 2008/09 y en las dos siguientes, 98 y 95, respectivamente. Y si hablamos de goleadores, ningún Pichichi bajó de 25 goles. Aunque hay números más impresionantes: Messi obtuvo marcas de 50 goles; con registros de 34; 31; 46 y 43. Pero no es el único cañonero. Su archirrival, Cristiano Ronaldo, alcanzó marcas de 40; 46; 31 y 48 goles, por ejemplo. Hubo otros goleadores eficaces: Diego Forlán anotó 32 veces en 2008/09 y Luis Suárez, 40 en la última edición. Las goleadas también son llamativas. El Barcelona logró 3 victorias por 8-0 en los últimos años. Y el Madrid no le fue en zaga. 9-1 al Granada, 10-2 al Rayo. Todos estos datos hacen que millones de personas en todo el planeta programen su agenda del fin de semana para ver los partidos de la Liga, a la espera de goles, juego y emoción.

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Y pensar que hubo una época que en la Argentina se vivían experiencias parecidas. Tres temporadas seguidas en las que era muy común que los equipos punteros superaran los 100 goles a favor. Y en las que los últimos sufrieran 100 o más contrastes. Hubo un Trienio en que los goleadores superaban los 40 goles. Fue hace mucho tiempo, cuando el profesionalismo apenas comenzaba.  La racha comenzó en 1937 y se extendió hasta 1939. Y para ilustrar la nota, bastará decir que, entre septiembre de 1936 y abril de 1938, no hubo ningún 0-0 en Primera División. 

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El dominio del Trienio estuvo en manos de Independiente. El club rojo se alzó con los títulos de 1938 y 1939 y el subcampeonato en el restante. Y en los tres años superó el centenar de goles. Fueron 106 en el primer torneo; 115 en el segundo y 103 en el tercero. La marca en la segunda temporada constituye el record de goleo en un campeonato. La delantera responsable de esos números estaba integrada por Juan José Maril o José Vilariño, Vicente de la Mata, Arsenio Erico, Antonio Sastre y José Zorrilla. Su rival en eficacia goleadora fue River Plate. A lo largo del Trienio anotó 106, 105 y 100 goles, respectivamente. Entre sus delanteros figuran Carlos Peucelle, Bernabé Ferreyra, José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Luis María Rongo y Aristóbulo Deambrossi. También superaron la centena Boca Juniors, con 101 en 1937, y Racing con 102 en 1938.

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Otros equipos que aportaron su cuota goleadora fueron San Lorenzo (87 y 85 en los dos últimos años de la etapa), Huracán (82, 85 y 97 gritos), Gimnasia y Esgrima La Plata (83 en 1938). Clubes modestos también dejaron su huella en el Trienio de los Goles. Platense, por caso, en 1938, anotó 84 goles y encajó 100. Lanús, el actual campeón argentino, en 1939, convirtió 90 goles y recibió 85.

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Las delanteras goleadoras tuvieron también sus víctimas. En 1937, Argentinos Juniors sufrió 111 goles y Quilmes, 110. En 1938, además del mencionado Platense, Talleres de Remedios de Escalada recibió 103 tantos y Tigre, 102. Y en 1939, la valla de Ferrocarril Oeste fue vencida en 111 ocasiones. Pero el record negativo le correspondió al humilde Argentino de Quilmes. Este club del sur del Gran Buenos Aires jugó un solo año en primera división. Cosechó solo 4 puntos, producto de sendos empates con Gimnasia y Esgrima La Plata (0-0), Rosario Central (1-1), Platense (2-2) y Tigre (3-3). Es el único caso en que un equipo profesional no ganó ni un solo partido en un campeonato de todos contra todos. Convirtió apenas 35 goles y le marcaron la friolera de 148 tantos. Una diferencia de gol negativa de 113.

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Hubo otras vallas abundantemente vencidas. Vélez Sarsfield, 85 contrastes en 1938. Huracán, 85 a favor y 89 en contra en 1938. Lanús, 95 en 1938. Atlanta, 93 en 1939. Chacarita, 92 en 1938. Talleres, 87 en 1937. Tigre, 84 en 1937. Almagro, 94 en 1938.

Durante 1938 hubo hechos sorprendentes. En la 4º fecha, jugada el 8 de mayo, se marcó la pasmosa cantidad de 56 goles en 8 partidos. He aquí los resultados de la jornada:

  • Boca Juniors 7, Talleres (RE) 1
  • Chacarita Juniors 2, Racing 0
  • Independiente 9, Almagro 0
  • Lanús 3, Ferrocarril Oeste 3
  • Platense 6, Gimnasia y Esgrima La Plata 2
  • Tigre 2, Atlanta 3
  • Vélez Sarsfield 7, Huracán 2
  • Estudiantes de La Plata 1, River Plate 8

Un promedio de 7 goles por match. Pero lo más asombroso es que el 27 de noviembre, en la 31º fecha, se repitió el registro:

  • Boca Juniors 0, Independiente 4
  • Chacarita Juniors 3, San Lorenzo de Almagro 5
  • Estudiantes de La Plata 3, Lanús 2
  • Huracán 5, Atlanta 3
  • Platense 6, Tigre 3
  • Racing 7, Ferrocarril Oeste 2
  • Talleres (RE) 2, River Plate 5
  • Vélez Sarsfield 6, Almagro 0

Realmente, insuperable. En los 272 encuentros del Campeonato hubo 1334 goles, a razón de 4,9 por juego.

En ese mismo año Racing produjo una hazaña irrepetible. Convirtió 8 goles en tres partidos consecutivos. Comenzó goleando 8-2 a Platense en Avellaneda. Visitó a Estudiantes en La Plata y lo batió por idéntico marcador. La serie se cerró en su estadio ante Lanús: 8-1.

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Ya en el partido de primera ronda contra Platense hubo otro episodio histórico. En el hoy inexistente campo de Núñez, la Academia cerró el primer tiempo con una victoria parcial de

4-0. En la segunda mitad, los Calamares levantaron y a poco del final ganaban 5-4. Sobre la hora, Racing consiguió empatar y fue 5-5.

En la 7º fecha de la segunda ronda, River Plate derrotó a Independiente por 3-1 en Avellaneda. Parecía que el Rojo se despedía de la posibilidad de campeón. Para el siguiente compromiso, se hicieron algunos cambios. Antonio Sastre, que jugaba de lateral derecho, reemplazó a Reuben como interior izquierdo. Y Victorio Spinetto dejó su puesto de centrehalf para que entrara Leguizamón. Independiente ganó los últimos 10 partidos, convirtió 45 goles, salió campeón y alcanzó la marca record de 115 tantos.

En este Trienio hubo goleadas para todos los gustos. Independiente batió a Almagro 9-0 y a Chacarita 9-2. Lanús barrió a Ferro 9-1 y Huracán a Tigre 9-3. También hubo amplios triunfos entre grandes: Boca 7, Racing 1 y River 6, San Lorenzo 1 (1937). Este es el resumen de los resultados abultados:

  • 9-0: una vez
  • 9-1: una vez
  • 9-2: una vez
  • 9-3: una vez
  • 8-0: cuatro veces.
  • 8-1: dos veces
  • 8-2: cuatro veces
  • 7-0: cuatro veces
  • 7-1: once veces
  • 7-2: siete veces
  • 7-3: cuatro veces
  • 7-4: una vez
  • 6-0: ocho veces
  • 6-1: quince veces
  • 6-2: diecinueve veces
  • 6-3: cinco veces
  • 6-4: dos veces
  • 5-5: tres veces

Estos extraordinarios números no hubieran sido posibles sin fructíferos goleadores. Entre los destacados figuran próceres del fútbol rioplatense. José Manuel Moreno (River) con 32 tantos en 1937. Herminio Masantonio (Huracán) metió 28 en 1937 y 1939. Evaristo Barrera (Racing) convirtió 27 veces en 1937. Bernabé Ferreyra lo igualó en el mismo año. Florencio Caffaratti (Vélez) y Luis M. Rongo (River) gritaron 32 veces cada uno en 1938. El mismo año, Emilio Baldonedo (Huracán) marcó 30; y 26 al año siguiente. Vicente de la Mata (Independiente) se anotó con 27 goles. En 1939, el español Isidro Lángara (San Lorenzo) metió 34 y Luis Arrieta (Lanús), 31.

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Pero el máximo goleador del período fue el paraguayo Arsenio Erico (Independiente). Su juego era espectacular. Cuando el poeta Paul Éluard lo vio jugar exclamó “C’est Nijinski!”. Su eficacia lo ubicó al tope de la lista de romperredes los tres años. En 1937 convirtió 47 goles, record inaccesible para un solo campeonato. Ese año marcó 6 hattricks y una vez 4 goles. Pero el tope de su eficacia ocurrió contra Quilmes. Independiente ganó 7-1 y Erico derrotó 6 veces al arquero Aranda.

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En 1938 volvió a superar la frontera de los 40 goles. Marcó 43, con 3 hattricks, un póker a Chacarita y un quinteto a Vélez Sarsfield. Por esos años, la tabacalera “Cigarrillos 43” había instituido un premio en efectivo para el jugador que convirtiera exactamente esa cantidad. La leyenda dice que en el último partido del campeonato, ante Lanús (8-2), Arsenio alcanzó esa cifra con su segundo gol. Entonces, para asegurarse la recompensa, dejó de patear al arco y se dedicó a asistir a sus compañeros.

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En 1939, volvió a marcarle 5 tantos a Vélez, además de dos tripletes. Fue una vez más goleador del torneo, esta vez con 40 conversiones. En total, 130 goles en 3 años. Unas estadísticas comparables a las de Lionel Messi.

Los números son elocuentes. Es difícil saber cuáles son las causas de tamaña eficacia. Es probable que hubiera demasiada diferencia de capacidad entre los clubes grandes y los chicos. Aunque ya hemos mostrado que los clubes humildes también revelaron poder de gol en este Trienio. Otra posible razón puede ser una mentalidad más ofensiva, un afán de mantener la intensidad hasta el minuto 90. Y recordemos que, dado que no había sustituciones, las figuras jugaban el 100% del tiempo; con el consiguiente mantenimiento del nivel de juego.

Hoy en día, el campeonato argentino anda escaso de goles. Cuando un equipo gana 3-0, la prensa titula “Goleada de Boca”. Es verdad que los jugadores están mejor entrenados, que las posibilidades tácticas son mayores y que los equipos son más parejos. Pero los hinchas queremos emoción. Anhelamos jornadas con muchos gritos. Ojalá que los goles puedan volver. Los idealistas no perdemos la esperanza.

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Verano de Copas

Hoy empieza la Eurocopa. Alegría y jolgorio para los amantes del fútbol pues se solapará por primera vez con los partidos de la Copa América. Algún demente del balompié (no estoy mirando a nadie) podrá comenzar a ver fútbol a las tres de la tarde y acabar a las seis de la mañana, como si se tratara de un maratón ininterrumpido de goles, gritos e imprecaciones en diversos acentos del idioma español.

Mi pronóstico en ambas competiciones es difuso, pero en la Eurocopa es directamente fundido a negro. Si en la Copa América Centenario veo hasta a cuatro aspirantes al título (Argentina, Brasil, Colombia, México), en la Euro solo avizoro favoritos y más favoritos, no teniendo ni una mínima intuición de quién ganará. Francia, por aquello de la localía y el equipazo que tiene, es evidente que figura en el podio de los aspirantes, pero hay otra media docena de equipos (ojo a Inglaterra), que podrían ganar la máxima competición de selecciones del viejo continente. Hasta España, con un equipo en remodelación, podría tener una oportunidad de, al menos, rememorar aquella final dramática de 1984. Pero es que después aparece una tal Alemania que, aunque en ligera decadencia, también podría dar la campanada. Italia, Croacia, Bélgica…y, hasta si me apuran, Polonia, tiene chances de rascar algo en esta edición. Pronosticar dos vencedores en estas competiciones siamesas euro-americanas se antoja muy difícil pero, como se dice en mi tierra, » O falar non ten cancelas» (el hablar no tiene puertas), así que voy a dar dos equipos: Argentina e Inglaterra*.

*Ante mi incapacidad por vislumbrar dos vencedores invoqué a tres arúspices y dos Sibilas, pero debido a mi desconocimiento de lenguas clásicas, tuve que ponerme en contacto con Benjamín Parravicini para poder pronosticar con cierta fiabilidad. Dicho queda.

¡Qué manera de palmar!

El encanto de los perdedores, al igual que la belleza del mar desde la costa, ha dado pie a muchos poemas y no menos historias en prosa. Ese estiloso loser, que se ríe de la fatalidad del naufragio en aguas mansas tras haber navegado mil millas náuticas de tormentas y motines a bordo, es algo tan inspirador para el hombre de a pie que se ha convertido en un lugar común del cine, la música, la literatura y, cómo no, del fútbol. Y no hay nadie en el fútbol más perdedor, en el sentido de elitismo estético del término, que el Atlético de Madrid. Con todo a favor, perderá de forma brillantísima; con todo en contra, vencerá de manera épica. Para los colchoneros siempre habrá lágrimas, sean de alegría o pena, por una hazaña o una desgracia imprevista. El Atlético de Madrid es esa debacle con patas, ese antihéroe de leyenda, ese centauro llamado Quirón, que cansado de sufrir por el dolor de sus heridas cedió a otro su inmortalidad para poder descansar en paz, pero arrepentido de haberlo hecho, quiso ser el Ave Fénix y renacer de sus cenizas, deseoso de sentir otra vez en sus carnes esa saeta envenenada del fracaso que siempre sobrevuela en las grandes gestas.

Ayer volvió a engrandencer el Atleti su leyenda de equipo maldito, de perdedor excelso, de poeta bohemio anónimo que aspira a figurar en el Parnaso. En el amplio catálogo de derrotas, el Atleti eligió en esta ocasión la más dolorosa: los penalties. Las dos primeras finales de la Copa de Europa las había perdido en el tiempo de descuento y en esta ocasión quería llevar la desgracia deportiva a cotas aún más altas. Ante la imposibilidad de vencer, que la derrota sea lo más poética posible. Quien ayer no fuera del Atleti no tiene corazón en el pecho, ni ha amado nunca a alguien que le ha dicho que no.

«Qué manera de palmar, qué manera de sufrir, qué manera de vivir…»

 

 

Motes, apodos y sobrenombres (II)

Hace algún tiempo, ofrecimos a los lectores una breve nota acerca de los sobrenombres del fútbol argentino. En esa ocasión, olvidamos mencionar uno de los más conspicuos ejemplos: Coco Basile. Es un caso de apodos inevitablemente pegados al apellido. Igual que su compañero, Panadero Díaz. Pero al recordar esos ejemplos omitidos, la investigación siguió y hallamos más apodos dignos de mención.

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ANIMAL PLANET
El reino animal nos aporta estos motes: Carancho Agüero, Cóndor Rueda, Búho Presa, Urraca González, Pollo Herrera, Pavo Noriega, Palomo Usuriaga, Lora Oliva, Gallo Fernández, Garza Tocalli y Pichón Ruiz Moreno; entre los plumíferos. Pantera (Rosa) Rodríguez, Fiera Bernabé Ferreyra y la Gata Fernández, por los felinos. El Chacal Botero, el Zorro Diego de la Vega (no podía ser de otra manera) y Cachorro Abaurre, como cánidos. Son ejemplos de porcinos, Chancha Larrosa, Chancho Rosané y Chanchi Estévez. También hallamos al Dromedario Mancuello, Caballo Killer, Rana Valencia, Tortuga Gómez, Pitón Ardiles, Caimán Sánchez, Cabra Delgado, Torito Zuviría y la Hiena Arce.
Bajo el mar, juegan Delfín Fabbri, el Pez Volador Yustrich, Pejerrey Belloso, Tiburón Mugnaini y Foquita Landaburu.
Buscando con lupa, encontramos a Avispa Velázquez, Bicho Pellerano, Hormiga Díaz, Mosquito Cascini, Cucaracha González, Polillita Da Silva y Chicharra Ramos.
Para morder por toda la cancha, salen al campo Liebre Airez, Cuis Damiano, Castor Bravo y Laucha Acosta.

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VEGANOS
Amigos del ya mencionado Coco, figuran Mostaza Merlo, Tomate Pena, Manzanita Gette, Pomelo Ribecca, Pepino Borello, Pino Hernández y Camote Acuña.
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GASTRONÓMICOS
A la mesa del fútbol se sientan Cucurucho Santamaría, Fideo Di María, Pastilla Ordóñez, Puchero Varacka y Fatura Broun. Este último es la síncopa de factura, las típicas masas dulces similares a los croissants

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IDENTIDAD DESCONOCIDA
Por más que lo hemos intentado, no hallamos explicación para estos apodos: Lute Oste, Cuqui Silvera, Terremoto Cejas, Mumo Peralta, Kun Agüero, Rolfi Montenegro (que no se llama Rodolfo, sino Daniel), Wanchope Abila, Fantasma Benito, Saviolita Castro, Cuila Sastre, Beto Alfaro Moreno, Satanás Páez, Mandinga Percudani, entre otros.

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CARIÑOSAMENTE
Entre los típicos hipocorísticos, tenemos los diminutivos de los nombres: Tucho Méndez, Nolo Ferreira, Roly Escudero, Lolo Miranda, Lalo Maradona, I Nacho González, Leo Rodríguez, Fernando Nano Areán, Carlos Cai Aimar, Caio Enría, Fito González, Teo Gutiérrez, Lito Bottaniz, Quique Wolff, Mumo Orsi, Coyo Almandoz, Lucho González, Tino Asprilla, Perico Pérez, Fino Cañete, Betito Carranza,  Bartolo Álvarez, Billy Rodas, Licha López, Nino Spilinga. Los Juan José ofrecen dos variantes: Jota Jota López y Yaya Rodríguez. En otros casos, el sobrenombre es un apócope o un diminutivo del apellido: Maranga Marangoni, Tarasca Tarasconi, Cuchu Cuciuffo o Burru Burruchaga; Rojitas, Gonzalito, Barbitas, Hoyitos, Ochoita.

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ALITERACIONES
Hay fonemas que tienen una gran sonoridad para crear apodos. Por ejemplo, con CH: Pucho Castro, Chiche Sosa, Moncho Monzón, Mencho Medina Bello, Chipi Barijho, Chito Garibaldi, Chori Domínguez, Mamucho Martino, Chupa López, Chocho Llop, Chacha Villagra, Chacho Coudet, Cholo Simeone, Chucho Schurrer.
Con T: Teté Quiroz, Tata Brown, Tati Bustos Montoya, Tato Medina, Toti Veglio, Totó García, Tuta Torres, Turu Flores, Tola Scotta, Tota Fabbri, Totono Grisales, Toto Lorenzo.
Con P: Pipi Vattimos, Pinino Mas, Pachu Morales, Papu Gómez, Pepo Morales, Pepé Santoro, Pupi Zanetti, Pirulo Rivarola, Polo Quinteros, Pepona Reinaldi, Petaco Carbonari, Piti Martínez, Pico Hernández, Pitu Barrientos, Pipo Rossi.

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OBJETOS VIVIENTES
Algunos jugadores llevan sobrenombres que recuerdan objetos:
Armas en Balín Bennet, Rifle Pandolfi, Pistola Loustau, Látigo Peirone. Muebles en Caldera Calderón, Vitrola Ghiso, Ropero Díaz. Pequeños elementos en Pipa Higuaín, Tapón Gordillo, Tecla Farías, Toscano Rendo, Chupete Guerini, Chirola Yazalde. Transportes en Camión Ártico, Patrulla Jiménez, Turbina Navas, Motoneta Gutiérrez.
Materiales en Goma Vidal, Madera Outes, Caño Ibagaza, Viruta Vera, Palo Brandoni. Herramientas en Pinza Vidal, Hacha Ludueña, Martillo Lavallén. Instrumentos de limpieza en Plumero Gómez y Escobillón Guillermo. Ropas en Capote de la Mata y Zapatilla Sánchez. Juguetes en Alfil Graciani, Juguete Pisano, Tabita García, Pelotín Vitali. Y otros de difícil catalogación como Rayo Menseguez y Discoteca Núñez.

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TÍTULOS, OFICIOS Y PROFESIONES
El estilo de juego o las características personales inspiran apodos que evocan títulos o empleos. Hemos conocido al Principito Sosa, el Jefecito Mascherano, el Doctor Herbella, el Maestro o Troesma Rubén Bravo (el uso del “vesre” tiene una connotación admirativa), el Maestrico González, el Cabo Saravia, el Vigilante Sampayo, el Piloto Bentrón, el ya mencionado Panadero Díaz, , el Torero Moreno y Fabianesi, el Payaso Lugüercio y el Pirata Czornomaz.

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¿VAMOS AL CINE?
Los personajes del cine, la televisión y el cómic siempre son inspiradores de motes.
Los dibujos animados nos brindan a Magoo Villaverde, Tweety Carrario, Pitufo De Ávila, Maguila Noguera, Yagui Fernández, Droopy Gómez, Speedy González. Miliki Jiménez homenajea al famoso trío de payasos españoles. Entre los superhéroes, Superman Vargas. La producción de García Ferré nos aporta a Cachavacha Forlán y  Trapito Carranza. Mandrake D’Alessandro hace mención a la creatividad del volante. Chavo Desábato y Chapulín Cardetti nos hacen evocar a Roberto Gómez Bolaños.

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¿DE DÓNDE VIENE USTED?
Entre los gentilicios recordaremos al Alemán Schamberger, al Tucu Meza y al Marciano Ortiz. Indirectamente, el Gaucho Silva, el Chamaco Rodríguez y el Charro Moreno también son gentilicios.

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LOS QUE SE GUIAN POR LA APARIENCIA
El aspecto físico es una fuente de sobrenombres que, por fácil, no deja de ser digna de mención. Señalaremos a Gordo Núñez, Chueco García, Petiso Gutiérrez, Enano Buonanotte, Manco Casa, Rulo París, Pestañita Morales, Cachete Morales, Doble Ancho Monti, Panza Videla, Boquita Sensini, Dientito Ragg, Sordo Reyna, Patón Bauza, Payo Pellegrina, Facha Bartelt, Pinino Mas, Oreja Giribet, Rengo Díaz y Mudo Cassé, que efectivamente lo era.

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¡QUÉ CARÁCTER!
El estilo de juego suele ser un eficaz recurso para renombrar jugadores. Nuestra pesquisa halló a Pícaro González, Picante Pereira, Atómico Boyé, Maravilla Rodríguez, Pachorra Sabella, Dandy Neuspiller y Pintita Gago.

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EN UN LUGAR DEL CORAZÓN
Suele decirse que dentro de cada uno hay una parte femenina. La Vieja Gerardo Reinoso y Fabián Mamita Basualdo la hicieron visible. También, todos llevamos un niño; especialmente, el Gurí Alvez

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HIJO, ALGÚN DÍA ESTE APODO SERÁ TUYO
Muchos jugadores tuvieron hijos que continuaron la vocación paterna. En muchos casos, heredaron el apodo del papá en diminutivo. Es la situación de Pipa y Pipita Higuaín, Bruja y Brujita Verón, Capote y Capotito De la Mata, Tomate y Tomatito Pena, Indio e Indiecito Solari (tío y sobrino en este caso), Hacha y Hachita Ludueña, Pinino y Pininito Mas, Milonga y Milonguita Heredia.

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APODADORES HOLGAZANES
En los últimos años, se ha manifestado una costumbre llamativa, aunque poco creativa. Consiste en duplicar el apodo a hombres de mismo apellido Por ejemplo, Ricardo Elvio Pavoni fue apodado el Chivo. Un tiempo después apareció José Luis Pavoni, al que le endilgaron el mismo sobrenombre. Otros ejemplos de esta tendencia son Chelo y Chelito Delgado, dos Pichi Escudero y el actual técnico del Atlético Madrid, Cholito Simeone, que heredó el mote de un antiguo jugador, el Cholo Simeone.

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CANTARES DE GESTA
La admiración por las grandes figuras ha inspirado cantidad de epítetos épicos, como los que los juglares prodigaban a los héroes. El inigualable wing izquierdo Enrique Chueco García fue llamado “El Poeta de la Zurda” por su habilidad. Paralelamente ; el extremo derecho Raúl Emilio Bernao mereció ser “El Poeta de la Derecha”. La gesta de Mario Kempes  en 1978 lo hizo acreedor del apodo “El Matador” por su potencia. Por su velocidad, a Alfredo Di Stéfano se lo conoció como “La Saeta Rubia”. El insider izquierdo Llamil Simes, en cambio, fue bautizado “La Saeta Turca”. A Roberto Cherro lo llamaron “El Apilador” por su capacidad gambeteadora o “Cabecita de Oro” por su excelente juego aéreo. El defensor Pedro Dellacha dominaba de tal modo su posición que lo renombraron “Don Pedro del Área”. Guillermo Stábile fue “El Filtrador”.  Manuel Ferreira, “El Piloto Olímpico”. Pedro Ochoa, “El Rey de la Gambeta”. Vicente Zito, “La Bordadora” por su indescifrable regate.

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En este trabajo nos hemos esmerado por no dejar sin mención a nadie. Pero sabemos que eso es imposible. Mientras el fútbol sea, habrá hinchas creativos y comunicadores con inventiva para rebautizar a los protagonistas del espectáculo.
Para despedirnos, al igual que en la primera versión de este informe, recordamos a un arquero ruso: Rinat Dassaev, el Telón de Acero.

El Toto Lorenzo

El mundo de la pelota ha crecido tan desmesuradamente que tiene lugar para personajes de toda laya. Jugadores, dirigentes, entrenadores, periodistas, hinchas muestran toda clase de tipos: habilidosos, torpes, simpáticos, polémicos, admirables y sospechosos.

Hoy recorreremos la vida de un hombre cuyo anecdotario es directamente proporcional a sus éxitos como entrenador.

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Juan Carlos Lorenzo, alias “el Toto”, nació en Buenos Aires en 1922. No perderemos tiempo desarrollando su curriculum y palmarés, ya que pueden encontrarse en Wikipedia. Bastará decir que jugó en Nueva Chicago, Chacarita, Boca, Sampdoria, Nancy, Atlético Madrid, Rayo Vallecano y Mallorca.

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Mientras jugaba en el equipo balear, desempeñó la doble función de jugador y entrenador. Cumplió esa tarea en Argentina (River, Boca, San Lorenzo, Racing, Unión, Vélez, Atlanta), Colombia, México, Italia y España. Encabezó a la Selección Argentina en dos Mundiales, 1962 y 1966. En el último, los eliminó Inglaterra con un arbitraje muy dudoso.

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Entre sus logros, figuran dos ascensos con el Mallorca, dos bicampeonatos argentinos -con San Lorenzo y con Boca-; una Coppa Italia con la Roma, una final de Europa con el Atlético Madrid (perdió con Bayern Munich), dos Copas Libertadores y una Intercontinental con Boca.

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Adherente a las ideas de Helenio Herrera, formado en Europa, su estilo se basaba en la táctica, en la preparación atlética y en el estudio de los rivales. Pero sus conductas controvertidas, muy distintas a las acostumbradas en Argentina, agigantaron su figura hasta difuminar el límite entre ficción y realidad.

De su experiencia como argentino trasplantado a Europa, dejó estas frases:

“Yo fui como jugador a Europa y sufrí mucho. Tenía mucho del jugador argentino, pero esas virtudes allá no iban”

“En una oportunidad, jugando en Francia, quise gambetear y me la sacaron. Fue gol de los contrarios. En el entretiempo, el entrenador me dijo que la tirara afuera, así cuando tuvieran que entrar el balón, tuviéramos un jugador más en el campo.” Eso mismo le achacó a un defensor del Atlético en la primera final contra el Bayern en 1974, equivocación que derivó en el empate de Schwarzenbeck.

“Los europeos se llevan a Scotta o Kempes, tipos que no andan con chiquitas y la meten seguido”

Algunas anécdotas autorreferenciales son difíciles de creer:

“Cuando dirigía al Mallorca, nos habíamos puesto de acuerdo con los pilotos que traían a los equipos visitantes a la isla para que los hicieran bailar antes de aterrizar. El mareo y el susto les duraban hasta el día del partido y nosotros lo aprovechábamos”

“En 1977, Ribolzi le metió una murra terrible a Tito Gonçalves y lo reemplacé enseguida para evitar un roce” (El problema es que el histórico capitán de Peñarol se había retirado en 1970…)

Su credo futbolístico se deja ver en estas líneas:

“¿Cómo ganarle a un equipo que tiene un gran delantero? Muy simple: cuando uno quiere que alguien no coma, lo que hay que impedir es que la comida salga de la cocina. Y, por eso, no debo mandar a marcar al mozo, sino al cocinero” Por eso, en el debut en Inglaterra ’66, planificó marca personal sobre Luis Suárez y, al anularlo, desactivó todo el ataque español.

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“Todos me acusan de que voy a especular siempre, que mando a mis jugadores a destruir, pero el fútbol es así: si no ganás, al otro día te echan”

“En el Boca que tengo en mente, el que quiera chiches que vaya a la juguetería”.

Su trayectoria como técnico fue tan discutida como exitosa. Sus jugadores coinciden en recordarlo como un innovador.

“Era muy vivo, aprovechaba todo. Fue el precursor del entrenamiento extra. Consiguió que tuviéramos mayor dinámica”. (Jorge Olguín)

“Estaba 20 años adelantado. Tenía toda la información. Anticipaba cómo iban a ser los goles. Al Colorado Suárez le dijo antes del partido contra Atlético Mineiro que en su lugar iba a jugar Bordón, porque iba a hacer un gol de tiro libre. Ganamos 2-1 con dos goles de Bordón de tiro libre.” (Héctor Mastrángelo)

Alberto Tarantini recuerda que, para la final de 1976 contra River, les ordenó que sacaran rápido los tiros libres, porque los Millonarios tardaban en armar la barrera. Ganaron 1-0 con gol de Suñé de tiro libre.

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Veglio sostiene que la clave de ese Boca multicampeón fue la pretemporada con triple turno de entrenamiento.

No dejaba detalles librados al azar. En un amistoso contra el Cosmos, utilizó la pelota prevista para la final de la Libertadores’78, para que el equipo la conociera.

“Antes de un partido contra Peñarol, nos pronosticó que el gol iba a llegar por la derecha, porque el extremo izquierdo nunca seguía al lateral que subía: ‘Tiene que llegar Pernía y meter el centro a media altura, viejo, porque los centrales de ellos son muy altos y ahí les cuesta rechazar’” (Roberto Mouzo). Lo practicaron hasta el cansancio y ganaron con un tanto de Ribolzi de palomita.

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“Fue un revolucionario. Era motivador, estudioso, transmitía garra. Tenía todas las características del ganador. Cuando lo conocí empecé a creer en la importancia del entrenador” (Francisco Sá)

Sus primeras experiencias en el fútbol argentino no fueron halagüeñas. Empezó con San Lorenzo en 1961 y un año después, lo contrataron para la Selección que debía afrontar el Mundial de Chile. Los dirigentes razonaron que su aprendizaje europeo era lo que se necesitaba para vencer a las potencias del Viejo Continente. Las heridas del Desastre de Suecia estaban frescas. Pero las ideas de Lorenzo chocaron con los hábitos de los jugadores argentinos. El ultragoleador sanlorencista José Sanfilippo se enfrentó al entrenador:

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“Para un partido contra Lanús, me mandó a marcar al Nene Guidi, para taparle el tiro de media distancia. ‘Usted está loco’, le contesté. ‘Hace dos meses que Lanús no duerme pensando cómo neutralizarme ¿y yo voy a marcar a Guidi?’. Además, se la pasaba hablando de las figuras europeas; a nosotros no nos interesaba. Ese Lorenzo del ’61 fue el peor técnico que tuve; pero el del ’72 fue el mejor”.

Otro que tuvo problemas con el Toto fue nada menos que Antonio Rattín, el Rata. “Previo al Mundial ’66, le pedimos que se fuera; nos tenía locos con sus misterios. Lo salvó el presidente de la AFA, Valentín Suárez.” Antes de la Copa del Mundo disputada en Inglaterra, los argentinos jugaron en Italia. En una práctica presenciada por el periodismo itálico le gritó a Oscar Mas ¡Eh, Mas, tira il pallone qui! Esas actitudes irritaban a las estrellas argentinas. Continúa el testimonio de Rattín: “Durante el Mundial de Chile, les ponía cintitas en los dedos a los delanteros, para que se acordaran de patear el arco. Un día, terminamos de almorzar y nos hizo subir a un micro, sin decir a dónde íbamos. Llegamos a un estadio donde estaba entrenando Bulgaria. Quería espiar a los rivales. Nosotros entramos sigilosamente por la parte de atrás, saltando paredes y, cuando llegamos, las tribunas estaban llenas, el entrenamiento era abierto al público. Y para el partido contra Inglaterra de 1966, me dijo que, si veía cosas raras en el arbitraje, como capitán tenía derecho a exigir un intérprete. Así lo hice y el referí me expulsó por protestar. Esa regla del intérprete no existía”

Sus logros deportivos llevaban un correlato en sus excentricidades. Su obsesión por la disciplina lo llevaba a echar jugadores del entrenamiento, solo por capricho.

“Te metía miedo y responsabilidad. Si no hacías lo que te pedía, te volaba. No era de bancar demasiado” (Hugo Gatti).

“No me dejaba salir jugando, me gritaba que la tirara para arriba. Una vez, en la concentración, estábamos cenando y yo no quise tomar la sopa. Me dio un ultimátum: o toma la sopa o se va. Yo creí que era una broma y no tomé. Lorenzo me echó de la concentración y me quedé sin jugar”, (Jorge Olguín).

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Creía ciegamente en la táctica y en los movimientos mecanizados. Para que a sus ideas se grabaran en la mente de los jugadores, se les aparecía en plena noche en la habitación y los despertaba: “Vamos a refrescar conceptos, viejo”. Antes de un Rosario Central-Unión, se la agarró con el defensor Alcides Merlo: “Tiene que seguir a Kempes por todos lados, 10 contra 10 ganamos nosotros, la pelota no le interesa porque usted no sabe un carajo con la pelota”. Merlo se aprendió la consigna de memoria. En el partido, el Matador salió lesionado. Alcides quedó desorientado. No sabía qué hacer. Lorenzo le gritó que marcara al “16” y Merlo les miraba la espalda para ver a quién tenía que seguir. Otra vez, preparó a un delantero toda la semana; pero a último momento, con el equipo ya listo para salir al campo, cambio de idea y lo sustituyó sin explicaciones.

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“Buscaba la perfección, si las cosas salían 9 puntos se fastidiaba, quería todo 10” (Darío Felman)

Además de ser insistente con la táctica, la disciplina y la preparación atlética, estaba convencido de que los partidos se ganaban con mañas. Por eso se recuerdan muchas acciones rayanas en lo antirreglamentario.

“Nos hacía entrenar en el barro. Y en el vestuario visitante, sacaba los focos y enceraba el piso para que no pudieran calentar” (Mouzo)

“Una vez, contra River, me hizo jugar lesionado; solo para que Passarella no pasara al ataque. Embarraba la cancha. Dejaba el pasto alto y mojado por donde jugaba yo, para desgastar a mi marcador. Contra el Borussia armó un equipo superofensivo y cambió a toda la defensa. Sorprendimos y a los 35 minutos ganábamos 3-0” (Mastrángelo).

Para ese partido, eligió poner a Ribolzi porque “tiene más experiencia y, si hay que pegar, no se va a quedar atrás (sic)”

“Para el partido en Cali, yo estaba desgarrado. Pero el Toto me dijo ‘Usted viene igual, viejo, es importante para el grupo’ Una vez en el avión, me llevó aparte: ‘Mi informante me dijo que a los paraguayos le llenaron el hotel de minas ¿Sabe qué necesito? Ud. se pone el buzo de Boca y se pasea por el lobby. Si aparece una minita, le da charla. Y si se tiene que encamar, se encama. Usted me tiene que cuidar a sus compañeros” (Veglio)

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Para la final con Cruzeiro, se lesionó el líbero, Pancho Sá. Lo reemplazó Tesare. Lorenzo le dio esta indicación: “Las tres primeras pelotas las tiras a la tribuna. En la primera, un delantero te va a apretar, pero vos la reventás. En la segunda, lo mismo. A la tercera, el tipo ya no va más. Y a la cuarta sí, ahí salís apoyando”

“De noche, nos hacía jugar con medias amarillas; la iluminación no era buena y podías ver más fácil a un compañero” (Tarantini)

El partido desempate de esa final se disputó en Montevideo. A Lorenzo le llegó el informe de que Nelinho, el letal pateador que los había vulnerado en Belo Horizonte, había sentido una molestia en el entrenamiento. Enseguida ideó un plan: “Lo tenemos que romper, viejo. Hay que tirarle pelotazos a la espalda hasta que se desgarre”; cosa que ocurrió.

Con Bilardo, otro que bien bailaba a la hora de las triquiñuelas, tuvieron duelos tremebundos.

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“Durante el reconocimiento del estadio, Bilardo, que dirigía al Cali, se colgó de un portón del Pascual Guerrero y gritó ‘¡Lorenzo, te estoy espiando!’ El Toto se puso como loco y nos mandó a todos para adentro” (Suñé)

En realidad, Bilardo y Lorenzo eran muy parecidos. Coincidían en su obcecación por la táctica, por una ética algo endeble y por su espíritu cabulero. Tenían en común haber representado, cada uno en su momento, el modelo opuesto al de Menotti.

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Su estrella se fue apagando con los años. En 1987, Boca lo convocó de urgencia, con el equipo en las últimas posiciones. Fracasó. No logró comunicarse con los jugadores. Les hablaba del Inter de Helenio Herrera, pero los jóvenes no sabían de qué les hablaba.

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Lorenzo falleció en noviembre de 2001. Tras de sí dejó el rastro de sus hazañas y de sus extravagancias, como tantos otros en este querido y complicado fútbol argentino.